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Actualizado: 18 de noviembre de 2025
Cecilia aun no se ha popularizado entre los ciervos y jabalíes de Bosoboso, S. E. con la banda de música y su cortejo de frailes, militares y empleados no pudo pillar ni un solo raton, ni una sola ave.
Otra había convertido su «villa» del Paseo de los Ingleses en casa de huéspedes. Sólo quería admitir personas distinguidas, militares de los países aliados, pero de coronel en adelante. Trataría á sus pensionistas como visitas, con toda la distinción de una gran señora que recibe; solamente que ahora sus días de recepción iban á ser todos los de la semana.
He oído asegurar, y no puedo afirmar la certidumbre del aserto, que ésto se debe á la política allí sustentada de que para el prestigio del castíla sobre el indio, aquél no se ocupe nunca en trabajos manuales, por lo que allí no se tolera más españoles que á los empleados y militares.
Aquí no hay más que mucha hambre decía uno de los curas de tropa alzando la voz en la mesa inmediata . La guerra no se acaba porque los militares van muy a gusto en el machito. Los de acá y los de allá no están por la paz. ¿Pero qué me dicen ustedes a mí que he visto aquello?
Le pendía de la cintura, como á los militares, como á todos los que representan el orden y pueden pegar. Su carrera fué rápida, y al término de ella le salió al encuentro la gloria.
Hasta los veintitrés años estuvo en Rusia el príncipe Miguel. Sus estudios militares fueron brillantes, según Toledo, distinguiéndose entre los más famosos oficiales de la caballería de la Guardia.
Cansado de casamatas, cortinas, paralelas y castillos, procurose un empleo en la corte y fue perdiendo sus aficiones militares, quedándose sólo con las científicas: prefirió la física, las matemáticas a las aplicaciones de tales ciencias, al arte, y cada día fue menos guerrero.
Su opinion era que se preferieran las colónias militares, á que debian servir de plantel los cuerpos de blandengues.
El subteniente se marchó, y toda la familia, después de este período de realidades, tuvo que volver á las caricias engañosas de la ilusión y la esperanza, aguardando la llegada de las cartas, haciendo conjeturas sobre el silencio del ausente, enviándole paquete tras paquete con todo lo que el comercio ofrecía para los militares: cosas útiles y absurdas. La madre cayó en un gran desaliento.
No faltaba más dijo la marquesa sino que fueras a hacer burla de mi hermano. No me parece que da margen a ello. ¡Vaya! No por cierto replicó Rafael ; respeto y aprecio a mi tío más que nadie en este mundo y sé que sus virtudes militares, que a veces pasan de raya, le han merecido el dictado del Don Quijote del Ejército.
Palabra del Dia
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