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Actualizado: 18 de julio de 2025
Al oirse el estallido, los miserables, los oprimidos, los que vagan perseguidos por la fuerza saldrán armados y se reunirán con Cabesang Tales en Santa Mesa para caer sobre la ciudad; en cambio, los militares á quienes he hecho creer que el General simula un alzamiento para tener motivos de permanecer, saldrán de sus cuarteles dispuestos á disparar sobre cualesquiera que designare.
Esta masa enorme y alborotada, sin organización alguna, en la que se confundían militares y civiles, mujeres y hombres, avanzaba cada vez más rápidamente, hasta que se detuvo de pronto con un movimiento de retroceso que se extendió hasta el centro de la ciudad, esparciendo la alarma en las calles transversales.
Martín se metió la carta en el bolsillo, y viendo que la posadera no se marchaba de su cuarto, le preguntó: ¿Quería usted algo? Sí; nos han traído dos militares heridos y quisiéramos el cuarto de usted para uno de ellos. Si usted no tuviera inconveniente, le trasladaríamos abajo. Bueno, no tengo inconveniente. Bajó a un cuarto del piso principal, que era una sala muy grande con dos alcobas.
Después todo el centro de la calle libre, flanqueado por dos filas de clérigos y militares con cirios; los diáconos con incensarios, asistidos por los ángeles rococós que llevaban las navetas del asiático perfume, y los canónigos con sus capas históricas de gran valor.
Antes de la primera palabra de saludo, sus ojos formulaban siempre la misma interrogación... «¿Cuándo conseguiría el permiso?» El grande hombre lamentaba la indiferencia de los militares con el elemento civil. Siempre habían sido enemigos del parlamentarismo. Además, Joffre se muestra intratable. No quiere curiosos... Mañana veré al Presidente.
Y lo es, á no dudar, una en que se trata de Mindanao en los momentos en que es una cuestión del día, en que se ha iniciado una campaña para hacer efectiva nuestra dominación en esa isla y en que están aplazadas las operaciones militares hasta la llegada del buen tiempo.
Muchos oficiales militares corrian por las calles, con la cabeza desnuda, en un estado de distraccion, habiéndose llenado de gente las iglesias y casas religiosas, á donde se refugiaban, como si el enemigo estuviera á las puertas de la ciudad.
Pero otra nueva desventura les esperaba alli. Durante su ausencia los jefes militares de la provincia los juzgaron como traidores; y por haber abandonado el ejército, este era su juicio, se dió un decreto de proscripcion contra ellos, y Ribas y Piar habian merecido los dos primeros cargos militares.
Es decir que, mientras públicamente seguía afectando desprecio hacia las fuerzas de tierra, cuando hablaba con el novio de su hija o entre militares, lo hacía con agasajo, les preguntaba con interés por su carrera, lo mismo que si prestasen servicios en cualquier oficina civil del Estado.
Palabra del Dia
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