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Actualizado: 21 de julio de 2025


Hace cuarenta y ocho horas que estoy pagando y yendo y viniendo dijo Montiño sacando la bolsa con ese trabajo peculiar á los miserables, y escurriendo de ella un escudo. ¡Hola, tabernero, cobráos! Falta aquí; se han comido vuestras mercedes tres libras de carne dijo el tabernero. Y aunque eso sea, ¿á cómo va la carne en el mercado? Falta, señor, falta...

Ninguno dijo la muchacha. ¡Ah! pues entonces jugaremos. ¿Y qué vamos á jugar? El derecho exclusivo de hacerla el amor, y el regalo para que se ablande. Vaya, vuesas mercedes están muy divertidos dijo la muchacha poniéndose encendida como una amapola. ¡Ah! dijo el alférez , ¿todavía tienes vergüenza? cosa rara estando sirviendo en esta casa y siendo tan bonita.

-Mira, Sancho -respondió don Quijote-: si el consejo que me das de que me case es porque sea luego rey, en matando al gigante, y tenga cómodo para hacerte mercedes y darte lo prometido, hágote saber que sin casarme podré cumplir tu deseo muy fácilmente, porque yo sacaré de adahala, antes de entrar en la batalla, que, saliendo vencedor della, ya que no me case, me han de dar una parte del reino, para que la pueda dar a quien yo quisiere; y, en dándomela, ¿a quién quieres que la sino a ti?

Lo cual visto por Preciosa dijo: Todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas; pero las de plata o de oro son mejores; y el señalar la cruz en la palma de la mano con moneda de cobre sepan vuesas mercedes que menoscaba la buenaventura, a lo menos, la mía; y así, tengo afición a hacer la cruz primera con algún escudo de oro, o con algún real de a ocho, o, por lo menos, de a cuatro; que soy como los sacristanes: que cuando hay buena ofrenda, se regocijan.

Rectificó en seguida su afirmación, por modestia, no por orgullo. Deseaba ser creyente, pero en realidad no lo era. Se acordaba de su madre, la sencilla doña Mercedes. ¡Cuánto daría por tener la confianza en el más allá de la buena señora!

Las vecinas, que estaban presentes, dijeron: "Señores, éste es un niño inocente y ha pocos días que está con ese escudero y no sabe dél más que vuestras mercedes, sino cuanto el pecadorcico se llega aquí a nuestra casa y le damos de comer lo que podemos por amor de Dios, y a las noches se iba a dormir con él."

Se estableció en Lima el hospital del Refugio para mujeres, a expensas de Avilés y de su esposa la limeña doña Mercedes Risco, y se principió la fábrica del fuerte de Santa Catalina para cuartel de artillería, bajo la dirección del entonces coronel, y más tarde virrey, don Joaquín de la Pezuela. Con grandes fiestas se celebró la llegada del flúido vacuno.

En el hotel de los Campos Elíseos, doña Mercedes tenía que buscarla muchas veces en las caballerizas, donde permanecía entre palafreneros y cocheros, hablando con una autoridad profesional, mientras vigilaba el cuidado de los animales. Luego, al subir al salón, su cabellera suelta esparcía un fuerte olor á cuadra.

La soltera se marchó con la otra, gozosa de emanciparse por fin de la tía huraña y devota, y a los pocos meses volvieron a reanudar en casa del marido las costumbres que observaban cerca de los Dupont. Mercedes pasaba la noche en la reja en apretada intimidad con los novios: su hermana acompañábala con cierto aire de señora mayor, y hablaba con otros para no perder el tiempo.

Habíale dejado pelando la pava con María, pero temía que el tiempo que había gastado con el novio de la Mercedes y el que le había hecho perder el señor Rafael hubiese bastado para que el traidor dejase á su antigua querida y viniese á buscar la nueva. Pronto se desvaneció esta duda al ver doblar la esquina de la calle á un hombre. A la luz de la luna pudo reconocer á Antonio.

Palabra del Dia

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