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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
Vuesa merced me deje dormir y no me apriete en lo del azotarme; que me hará hacer juramento de no tocarme jamás al pelo del sayo, no que al de mis carnes. ¡Oh alma endurecida! ¡Oh escudero sin piedad! ¡Oh pan mal empleado y mercedes mal consideradas las que te he hecho y pienso de hacerte!
Tan buen color dió Avendaño a su mentira, que a la cuenta del huésped pasó por verdad, pues le dijo: Quédese, amigo, en la posada; que aquí podrá esperar a su señor hasta que venga. Muchas mercedes, señor huésped respondió Avendaño , y mande vuesa merced que se me dé un aposento para mí y un compañero que viene conmigo, que está allí fuera; que dineros traemos para pagarlo tan bien como otro.
Así se entró en la taberna, y de un sorbito en otro emborrachóse y quedóse dormido; cuando los del acompañamiento volvieron del entierro y lo hallaron tendido en el suelo, lo llamaron; él, recordando, les dijo: "Mal hora, señores, perdonen sus mercedes, que ma Dios non hay así cosa que tanta sed y sueño poña como sinsaborios."
Lubimoff acabó por reir del tono rencoroso con que Alicia hablaba de estos placeres místicos de su madre. ¡Famosa doña Mercedes!... Y ella acabó por reir igualmente. Así fué gastando todas nuestras rentas, que eran enormes.
Los primeros que llegaron fueron Frasquito con su mujer y el señor Rafael. Inmediatamente la lancha trajo á la familia del Cardenal, los viejos, Mercedes, Isabel y su novio Gregorio, á los cuales se había unido Manolo Uceda, que por casualidad llegara al muelle al mismo tiempo. En la otra lancha acudieron en seguida María-Manuela con Antonio y dos amigos más de Velázquez.
Quizá por no ser armados caballeros, como yo lo soy, no tendrán que ver con vuestras mercedes los encantamentos deste lugar, y tendrán los entendimientos libres, y podrán juzgar de las cosas deste castillo como ellas son real y verdaderamente, y no como a mí me parecían.
Y me hace Dios con ella mil mercedes y más bien que yo merezco; que yo juraré sobre la hostia consagrada que es tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo. Quien otra cosa me dijere, yo me mataré con él." Desta manera no me dicen nada, y yo tengo paz en mi casa.
Y hechas estas mercedes y otras muy muchas más que á sus capitanes él hizo, mandó que se fuesen á sus tierras á descansar, y agradecióles el favor y ayuda que le habian dado, y ansí se fueron todos, é Inca Yupanqui quedó en su ciudad con los suyos.
No era pura galantería ó gratitud lo que le impulsaba á ello. Había también su parte de vanidad, porque Mercedes tenía novio, y éste, que era un mancebo casi imberbe, no mal parecido, llamado Gabino, andaba celoso, desesperado, desde que viera que su novia coqueteaba con Velázquez.
Nada había en la tienda que demostrase riqueza. Las paredes blancas estaban desprovistas de muebles, y sólo se veía á un lado un fuerte armario de hierro. ¿Qué se les ofrece á vuesas mercedes? dijo el platero mirando con recelo á don Juan y á su guía, porque sus trajes no le inspiraban la mayor confianza. Se trata de que taséis esta alhaja dijo don Juan dándole el estuche.
Palabra del Dia
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