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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Ya está muerto dijo el gitano empujando el cadáver con el pie . De modo que, cargad de prisa vuestras mercancías, porque la marea sube y el cielo se cubre de nubes; y una vez que hayáis visto brillar allá arriba las carabinas de los aduaneros, tendréis que escoger entre el fuego y el agua, hijos míos.
Efectivamente, estos pobres desgraciados son las solas bestias de carga de su pais, y se les fleta de igual modo que á las mulas: cada hombre tiene que llevar, junto con sus víveres, treinta y tres libras de carga, en una cesta llamada chiquito, por un salario tanto mas mínimo cuanto que se paga en mercancias, y que no representan estas sino la mitad del valor real.
En balde reclamó Jorge Brito del rey Achin la entrega de mercancías, de armas y hasta de portugueses cautivos, de que se había apoderado por sorpresa o aprovechándose del naufragio de dos buques de Portugal en aquellas costas. En dos fustas y con menos de trescientos hombres de desembarco navegó contra la corriente del río hacia la capital de los achineses.
¿Y en esos almacenes guarda ricos tejidos de Túnez, tapices de Constantinopla y cachemiras del Cairo? El judío palideció pero, no obstante respondió: Es verdad. Que el ángel me toque con el dedo si yo miento. Bueno, pues esta noche vas a hacer transportar esas mercancías a una tartana, con pabellón danés, que hay fondeada en la ensenada de Betim'Sah.
Aquí también se nos presenta el dueño de la embarcación, de buen humor ó mal talante, afable ó áspero, á medida que sus esperanzas acerca de los resultados del viaje se habían realizado ó quedado fallidas; esto es, si las mercancías traídas podían convertirse fácilmente en dinero, ó si eran de aquellas que á ningún precio podrían venderse.
Eso no es el comercio, el conquistador universal, el universal revolucionario, encargado por la Providencia de llevar, entre sus mercancías, el espíritu de tolerancia y civilizacion á todos los países. Jugar no es comerciar; comerciar, no jugar, debe ser el oficio del comerciante. Si su nuevo oficio consiste en un juego, lo natural es que deje el nombre de comerciante, y tome el nombre de jugador.
Ora me llamaban la atencion los numerosos molinos y alguna que otra fábrica á orillas del canal; ora las barcas viajeras cargadas de harina ó de mercancías extranjeras y rieles de ferrocarril; ya algunos pequeños pueblos vecinos, algunos cordones de colinas cubiertos de viñas, ó grupos de bodegas al aire libre; ya los bellos paisajes del valle del Pisuerga, en pintoresca sucesion desde la llanura de Valladolid hasta Palencia, que el canal domina enteramente desde léjos.
EL JEFE. ¿Y crees que no temo, como tú, la cólera de la Virgen al tocar unas mercancías que ¡por Santiago! huelen más a azufre que a cera? EL JEFE. ¡Cállate, impío! EL FILÓSOFO. Después de todo, no son los exorcismos del reverendo los que le quitarán el olor, si es que lo tienen; a mí que me den las mercancías endiabladas, si son más baratas, y yo hago mi negocio; porque soy de opinión...
Se infiere, por lo tanto, que por culpa de los terremotos no tenemos chic, ni tenemos un sastre como Worth, ni una fabricadora de sombreros como Mme. Virot, ni un abaniquero como M. Alexandre: en suma, no sabemos hacer nada o casi nada primoroso. Nuestro orgullo, además, nos impide buscar salida para nuestras mercancías, encomiándolas, presentándolas y ofreciéndolas con insistencia.
Palabra del Dia
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