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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Usted, dulce y querido poeta, nos mueve á sonreír con lo mismo que le hizo sangrar, y tiene usted el arte amable y doloroso de extraer de sus propios sufrimientos un placer para nosotros...» A los treinta y dos años Alberto Glatigny regresó al lado de su familia, pero ya la enfermedad de riñones que había de matarle le tenía cogido.
Me repugnaba además la idea de darme antes por ofendido; de reclamar igualdad de condiciones y de probabilidades para vengar mi agravio; de confesar mi torpeza en las armas y mi incapacidad; de apelar a no sé qué medios para forzar a un rival dichoso a que se pusiera de suerte enfrente de mí, que yo, flaco, viejo y enfermizo pudiera matarle, siendo él joven, ágil y robusto.
46 Diciéndoles: Escrito está: Mi Casa, Casa de oración es; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 47 Y enseñaba cada día en el Templo; mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle. 48 Y no hallaban qué hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.
Iba á caer sobre él con los puños, con los dientes, entablando una lucha prehistórica, la pelea animal antes de que el hombre inventase la maza. Tal vez el otro ocultaba un arma y podía matarle; pero él, en su soberbia vengativa, sólo veía la muerte del enemigo, repeliendo todo temor.
69 Y nosotros creemos y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente. 70 Jesús les respondió: ¿No he escogido yo a vosotros doce, y uno de vosotros es diablo? 1 Y pasadas estas cosas andaba Jesús en Galilea; que no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle. 2 Y estaba cerca la Fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos.
Quiso el desconocido interrumpir a don Gaspar, mas no se lo permitió él, y siguió de este modo: No ha venido usted a hablar, sino a oír, y empápese usted bien de lo que oiga. Ya sabe usted lo rico que soy; si eso sucediera, todo me lo gastaría en buscarle a usted para matarle.
Juzgándole en el tribunal de mi conciencia, yo no le absolvía, pero reconocía la incompetencia del tribunal. Yo no le absolvía por ser yo el agraviado. Si el agraviado hubiera sido un indiferente, le hubiera absuelto. Podía, pues, matarle, no como justicia, sino como venganza. »Entonces pensé en el duelo; pero ¿cómo pelear ni con espadas ni con pistolas que en la vida he tomado en las manos?
Gillespie se resistía á comprender cómo varios pigmeos podían matarle durante su sueño no disponiendo de una máquina inyectora como aquella de que le había hablado Flimnap. Mis amigos contestó Ra-Ra han podido adivinar, gracias á algunas palabras de estos hombres, cómo se proponen matarle durante su sueño.
Eran las mismas que había proferido en Can Mallorquí. Juraba matarle: prometía ir de noche a la torre del Pirata para incendiarla y hacer pedazos a su dueño.
No se había atrevido á desenvainar la daga, porque temía no le aconteciese otra negra aventura como la que creía haberle acontecido la noche anterior; esto es: matar á un hombre entre lo obscuro, sin voluntad alguna de matarle. Y siguió, siguió andando con paso tan rápido, que se cansó al fin y se sentó en el escalón de una puerta.
Palabra del Dia
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