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Actualizado: 22 de junio de 2025
Vió el asunto perdido, al menos por aquel lado, y no quiso prolongar más el doble martirio. Don Fadrique inclinó la cabeza y salió de la sala harto apesadumbrado. Apenas se vió en la antesala, bajó la escalera, abrió la puerta del zaguán y se lanzó á la calle, respirando con delicia el ambiente, como quien se está ahogando y logra sacar la cabeza del agua en que se hallaba sumergido.
Se pasaba la vida en la calle del Circo, y sufría un verdadero martirio. Derrochaba todos los días tanta elocuencia y pasión, tantos razonamientos y ruegos, tanta verdadera y falsa lógica como J. J. Rousseau en La Nueva Eloísa; todas las noches lo ponían a la puerta con buenas palabras.
Encontrando muchas veces un traidor en aquel que más había alambicado antes su lealtad a la causa del rey, pasó Rodil por el martirio de desconfiar hasta del cuello de su camisa. Las mujeres encerradas en el Callao eran las que más activamente conspiraban.
Yo pregunté a la luna por los labios febriles de aquella dulce impúber, santuario del cariño, por sus mágicos ojos, que cuando me miraban eran caricias y mimos; por su boca melosa que en mis largas veladas se posaba en mi frente a calmar mi martirio.
Al saber que había pasado seis días en aquella torpeza con intervalos de exaltación y delirio, extrañó mucho que se le hubiese hecho tan corto aquel largo martirio. La debilidad la tenía aún más que rendida, exaltada y vidriosa.
El mal olor de su inmundo asilo, la falta de comodidades, el detestable comer y peor vestir, eran contrarios a su naturaleza aristocrática, y la misma corona del martirio, con todo su nobleza y su resplandor de gloria, le destrozaba las sienes tan horriblemente, que prefería, sí, prefería mil veces un sombrero de última moda. Pero, ¿y sus derechos?
Del martirio de aquel verano se había de resarcir en el próximo otoño, vistiéndose como Dios mandaba, quisiéralo o no su marido. Tenía propósito de hacerse un vestido nuevo de terciopelo para el invierno y una capota de las más airosas, nuevas y elegantes. A sus niños pequeños les vestiría como principitos.
Todo aquel tiempo, es decir, el que había transcurrido desde la ida de Francisco Montiño de un convento á otro, lo había pasado Montiño bajo la presión despótica de la madre Misericordia. El haberse quedado Quevedo con la carta de la abadesa para Lerma, había procurado al cocinero mayor aquel nuevo martirio.
En vista de esto resolvió Salvador esperar allí el triste desenlace, aunque tardara algún tiempo; pero no quiso Dios que el martirio del uno y la dolorosa expectación del otro se prolongasen mucho, porque a la tarde siguiente Navarro fue acometido de un accidente convulsivo, después del cual quedó sin conocimiento.
Sí respondí un poco pensativa, la solterona, tal como tú la pintas, vive en un martirio perpetuo. Todo el calor desocupado de su corazón se transforma y se pierde... Da en hiel lo que hubiera debido prodigar en miel... ¡Pobre solterona!... Sí, por lo mismo que compadezco con toda mi alma a esas víctimas de la vida, no querría, hija mía, verte tomar un camino semejante...
Palabra del Dia
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