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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Las observaciones de los marinos no se extienden mas adentro de la costa, y su rápida aparicion en algunos de sus puntos, no les deja el tiempo necesario para estudiar la índole de sus habitantes. A este vacio suple la obra del P. Falkner, que, aunque no siempre exacto en sus detalles topográficos, merece crédito en lo demas, por haber vivido por muchos años entre las tribus que describe.
Cuando cruzando el Rio de la Plata Veo flamear de Rosas el color, De alerta el grito doy á mis marinos Empuñando la barra del timon. Y cuando al frente aparecen Grito á mis valientes ¡fuego! Por no tomar esas presas A las llamas las entrego. Que allí mi Libertad tan solo impera: Bajo sus fuegos rinden su bandera.
Empero, ¿puede juzgar del conjunto lo mismo que aquel que se encuentra en el centro del torbellino y goza por todos lados del sublime panorama? Los profanos en el arte de navegar debemos á los marinos la atención de escuchar con gran benevolencia los hechos que relatan, como actores y víctimas que han sido.
Y por último halló unas matas que tenian una especie de fruta redondita y negra, con lo que se mantenia trabajosamente: y aunque bajaba á la costa á su pesca de lobos marinos, ya no los habia.
Doña Flora dijo: Pase usted milord, que aquí está la condesa. Mírale... verás me dijo Amaranta con crueldad y juzgarás por ti mismo si la niña ha tenido mal gusto. Entró doña Flora seguida del inglés. Este tenía la más hermosa figura de hombre que he visto en mi vida. Era de alta estatura, con el color blanquísimo pero tostado que abunda en los marinos y viajeros del Norte.
El mismo Yurrumendi aseguraba, según Zelayeta, que aquellas gradas estaban hechas para que las sirenas pudieran ver desde allá las carreras de los delfines, las luchas de los monstruos marinos que pululan en el inquieto imperio del mar.
Los franceses, medio resucitados con la valentía de los marinos, pudieron habilitar dos piezas, y desde lejos, y tomando por blanco la masa de nuestra caballería, disparaban bastantes tiros. Su larga trayectoria, pasando por encima de la batería española, hería las primeras filas de mi regimiento.
Cercado este buque el 2 de Octubre de 1753 por 33 embarcaciones de Mindanaos Illanos, se bate con valor temerario, hasta el momento en que persuadido Figueroa de que la victoria era imposible por haber el enemigo invadido la galera, dió fuego al pañol de pólvora destruyendo así las naves piratas, al mismo tiempo que perdían la vida los 52 bizarros marinos que tripulaban la Santiago.
Lorenzo Fréitas y algunos otros marinos que, a falta de catalejo, tenían muy perspicaz la vista, aseguraban haber columbrado en la costa de la izquierda vagar hombres salvajes y feroces de descomunal corpulencia. No vacilaban en conjeturar que el menor de dichos hombres era de tan colosal estatura, que de fijo el más alto de cuantos iban en la nave no le llegaría con la cabeza debajo del brazo.
Para nosotros los marinos de altura, el mar es principalmente una ruta, es casi exclusivamente un camino. ¡Pero qué camino! Yo no olvidaré nunca la primera vez que atravesé el Océano. Todavía el barco de vela dominaba el mundo. ¡Qué época aquélla! Yo no digo que el mar entonces fuera mejor, no; pero sí más poético, más misterioso, más desconocido.
Palabra del Dia
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