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Actualizado: 12 de julio de 2025
Gillespie acabó embarcándose con rumbo á Melbourne, pero antes escribió á una amiga de Margaret para que ésta conociese su resolución y el lugar de la tierra adonde le encaminaba su nueva aventura. La larga navegación fué muy triste para él. La soledad voluntaria en que se mantuvo entre los pasajeros sirvió para excitar sus recuerdos dolorosos.
También él cuando había conseguido una entrevista con miss Margaret en un paseo de Nueva York ó en un jardín de California, era capaz de no mostrar el menor interés ni llevarse la mano al sombrero aunque pasase por su lado el presidente de la República. El amor tiene bastante con sus propios asuntos y no deja espacio á las otras curiosidades de la vida.
Margaret aceptó su amor, fueron novios, y desde este momento, que debía haber sido para Gillespie el de mayor felicidad, empezó á tropezar con obstáculos.
La suposición de esta ausencia impresionaba de tal modo á Ra-Ra, que para consolarse volvió á repetir sus abrazos y sus besos. ¡Oh, Popito! murmuró con una voz de éxtasis. Gillespie consideró prudente apartar su mirada de ellos para volverla hacia el imponente cortejo que había venido á visitarle. Miss Margaret se llama ahora Popito se dijo mentalmente . ¡Qué nombre extravagante!
Evitaba ostensiblemente el invitarlo á sus fiestas; fingía no conocerle; estorbaba con frecuentes astucias que su hija pudiera encontrarse con él. Miss Margaret se mostraba triste cuando de tarde en tarde conseguía hablar con Edwin, lejos de la agresividad de su madre y de la animadversión de todas las familias amigas, igualmente hostiles á él.
Luego se marchó para que Edwin pudiese volver á leer con toda calma aquel papelillo que contenía todo un mundo de felicidad. La dulce miss Margaret Haynes le telegrafiaba para ordenarle que volviese cuanto antes, añadiendo que si había recibido un despacho de su madre con la noticia de que ella estaba gravemente enferma no hiciese caso alguno.
¡Quién sabe si ya habrá, muerto! pensaba tenazmente bajo el influjo de su pesimismo . Cuando la madre ha enviado este despacho, es indudable que Margaret va á morir.... ¡Y yo sin poder realizar los deseos de esa señora, que parece me espera con ansiedad!... ¡Qué idea la mía de emprender un viaje á estas tierras remotas!
Le suplico, miss Margaret dijo Edwin , que calle un momento y me deje pensar. Al oirse llamar así, creyó Popito que verdaderamente sus lamentos distraían al gigante, y permaneció silenciosa. Por un fenómeno mental debido á la influencia irresistible de su egoísmo, Gillespie empezó á pensar, contra su voluntad, en el antiguo traductor convertido en guerrero.
¡Lo mismo que la otra!... El gigante creyó estar aún en el Gran Parque de San Francisco escuchando por última vez á miss Margaret, y al ver bajo sus ojos á tantos ciudadanos de aquel pueblo diminuto que le tenía sujeto á la más grotesca de las esclavitudes, impidiéndole volver á la tierra natal, donde á lo menos le era posible admirar de lejos á la mujer amada, sintió un deseo vehemente de levantar los puños, aplastando con unos cuantos golpes á toda la universidad femenina.
Se movió en su asiento nerviosamente al leer las primeras palabras. ¡Miss Margaret no había muerto!... La madre le decía simplemente que su hija estaba enferma, muy enferma, y para que recobrase la salud, ella rogaba á Gillespie que regresase cuanto antes á los Estados Unidos. Quedó aturdido por el texto inesperado del despacho. Experimentó una gran alegría, avergonzándose á continuación de ella.
Palabra del Dia
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