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Actualizado: 6 de junio de 2025
La mesa está lindamente aparejada; la cristalería es luciente y fina; el mantel es blanquísimo, y sobre su blancura resaltan los anchos ramos de flores bien olientes y la loba morada del obispo. Todos se sientan.
Veamos qué vianda habéis preparado á su majestad. Aquí está la lista dijo el oficial mayor dejando la cuchilla sobre un mantel, sacando un papel doblado del bolsillo de su mandil. Montiño desdobló con gran interés aquel papel y le recorrió.
En una de las embestidas resbaló el tenedor sobre el animal, como si tuviera escama, y el capón, violentamente despedido, pareció querer tomar el vuelo como en sus tiempos más felices, y se posó en el mantel tranquilamente, como pudiera hacerlo en un palo de gallinero.
Pero ¡qué lástima! ¿Se marchará pronto? ¡Oh!, eso... según las circunstancias... si renuevan el abono, si recomponen el cuarteto... si se les ayuda.... ¡Vaya si se les ayudará! ¿Verdad, tío? El tío volvió a inclinar la cabeza. ¡La de planes que tenía dentro de ella! Los ojos le brillaban, fijos en el mantel, hablando con su fijeza de cien ideas que no explicaban, pero que revelaban como presentes.
La mesa estaba colocada bajo un soto redondo y abovedado, y el sol de un bello día de verano arrojaba, á través de las hojas, algunos rayos que jugueteaban sobre el brillante y perfumado mantel.
Compareció sobre el mantel una tortilla fláccida que, por el color, más parte tenía de cebolla que de huevo, y Miquis la dividió al punto. El vino que llegó como escudero de la tortilla era picón y negro, cual nefanda mixtura de pimienta y tinta de escribir.
Después del entierro, y pasados los nueve días de duelo, la señora Rosa dijo un día a don Modesto: Don Modesto, siento mucho tener que decir a usted que es preciso separarnos. ¡Separarnos! exclamó el buen hombre abriendo tantos ojos y poniendo la jícara de chocolate sobre el mantel, en lugar de ponerla en el plato . ¿Y por qué, Rosita?
Ramiro, dejándose caer en una silla, junto a la pequeña mesa aderezada ya para la cena, fijó su mirada en el blanco mantel, que resplandecía bajo las llamas del candelabro, y después de largo silencio, repuso: Aunque así fuera, es menester seguilles. Ellos son los valientes y los honrados.
Y mientras bebían percatábanse de que la vida sobria que habían llevado hasta entonces no era sino una mentira, un engaño; de que la verdadera vida, la real, estaba allí, en aquellos lindos ojos bajos, en aquellas exaltaciones del sentir y el pensar, en aquel vaso que acababa alguien de romper, derramando sobre el mantel un vino color de sangre.
Freya sintió un regocijo infantil al sentarse á la mesa, viendo más allá del mantel el vacío luminoso de la altura. Cortado en primer término por un tubo de cristal lleno de flores, extendíase el lejano panorama de la ciudad, el golfo y sus cabos. Le embriagó el aire de esta cumbre, después de dos semanas transcurridas sin salir de Nápoles.
Palabra del Dia
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