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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Manolito Dávalos descansaba, en efecto, en actitud sombría y melancólica, sin que le hubiesen impulsado a levantar la cabeza los dichos de su amigo. Al oirse nombrar la alzó con sorpresa y mal humor. Si te encontrases en mi posición, qué poca gana tendrías de bromear, Rafael! dijo exhalando un suspiro.

Oye, Marta, ¿qué diría Manolito López si nos viera en este momento? ¿Qué había de decir? Lo que se le antojara contestó la niña ruborizándose levemente. ¿No tendría celos al vernos tan cerca uno de otro? ¿Pues? ¡Qué yo!... Como está tan enamorado, según dicen... ¡Qué ganas tienes de embromarme! Chica, es lo que se corre por ahí; yo no pongo nada de mi cosecha.

Y hay además un criado que se dedica, con gran afición, al dibujo por las tardes. Se le darán dos duros al criado para que vaya a dibujar a otro lado. Y una vecinita que pasa la vida acechando desde su ventana lo que hay y lo que no hay en mi habitación. Se la convidará ... digo, se bajarán las persianas.... Oye, Manolito, ¿te vas a pasar toda la juventud tirado en ese diván sin decir palabra?

Ya ves que soy franco. Hasta que llegó la restauración y volvimos con ella a nuestros destinos todos los leales. Conformes, hasta en eso de la lealtad; pero entre la proclamación de la República y el estampido de Sagunto pasó tiempo sobrado para que te dieras una vuelta por tus lares. ¿A qué, Manolito de mi alma? ¡Me iba tan bien por ahí afuera!

Rafael, sustrayéndose modestamente a sus aplausos, se acercó a Dávalos, y pasándole una mano por encima del hombro le dijo, bajando la voz aunque no tanto que no pudiesen oirle los amigos: Pues , Manolito, no es broma. Yo me casaría con mi tía. ¿Qué se pierde con ello? Es una vieja.... ¡Mejor! Así se morirá más pronto.

Además, anunció que tenía sueño y éste era ya un argumento sobradamente poderoso sin necesidad del primero. La Nati tal vez hubiera desistido también de subir; pero se creía en la obligación de aguardar a Rafael. En una habitación bastante sucia del Gobierno esperaban la Amparo y Manolito Dávalos cuando Nati se les juntó.

Xuantipa se perdió por una puerta de la trastienda. Quedaron a solas el caballerete y Belarmino. Dijo el caballerete, apuntando desdeñosamente con el bastón a un par de botas que yacía sobre el mostrador: Belarmino, te devuelvo ese par de botas; no me sirven. haces el calzado sedicioso, republicano.... Usted dispense, don Manolito. En mi profesión soy analfabético.

Palabra del Dia

ciencuenta

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