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A D.ª Ángeles de Toledo, de nación turca, y a su madre e hijos, se les han dado por mandado de Vuestra Magd. los vestidos que dice la relación: a me parece que al marido y a los hijos varones se les den vestidos de paño, y a ella se le podrían dar de terciopelo gorguerán o raso, y a dos niñas pequeñas unos habitillos de alguna cosa conforme a su edad, y porque los dos hijos mayores la tienen ya y disposición para poder servir, juzgo que sería conveniente que por donde toca les mandase V. Magd. hacer alguna merced para que vayan con más aliento.

Don Francisco, que es muy buen cristiano, y muy caballero, venía á darme una cantidad de ducados, á fin de que mandase decir misa por el alma del difunto, y celebrar una solemne función de desagravios á su Divina Majestad por haber sacado de su templo un hombre para darle muerte. Esto es cuanto ha acontecido.

Fue necesario que el P. Gil llamase a D.ª Josefa y le mandase traer una taza de tila con gotas de azahar. A las nueve de la noche aún no habían concluido de adornar la iglesia las señoritas y los obreros que las secundaban.

D. Baltasar de Zúñiga, que me lo oyeron decir diversas veces en los discursos largos que tuvieron conmigo, y los ofrecimientos que muchas é infinitas veces hice de retirarme á donde me mandase mi Rey á vivir y morir como fiel y leal vasallo.

»Con esta buena fee, el buen capellán pidió al retor mandase dar los vestidos con que allí había entrado el licenciado; volvió a decir el retor que mirase lo que hacía, porque, sin duda alguna, el licenciado aún se estaba loco. No sirvieron de nada para con el capellán las prevenciones y advertimientos del retor para que dejase de llevarle; obedeció el retor, viendo ser orden del arzobispo; pusieron al licenciado sus vestidos, que eran nuevos y decentes, y, como él se vio vestido de cuerdo y desnudo de loco, suplicó al capellán que por caridad le diese licencia para ir a despedirse de sus compañeros los locos. El capellán dijo que él le quería acompañar y ver los locos que en la casa había. Subieron, en efeto, y con ellos algunos que se hallaron presentes; y, llegado el licenciado a una jaula adonde estaba un loco furioso, aunque entonces sosegado y quieto, le dijo: ''Hermano mío, mire si me manda algo, que me voy a mi casa; que ya Dios ha sido servido, por su infinita bondad y misericordia, sin yo merecerlo, de volverme mi juicio: ya estoy sano y cuerdo; que acerca del poder de Dios ninguna cosa es imposible. Tenga grande esperanza y confianza en

Completaban la caravana treinta poderosas mulas, alquiladas a dos ricos banianes en quienes Narada fiaba mucho y que se habían comprometido a ir a donde se les mandase, cuidando y guiando las mulas con el auxilio de cinco hábiles naires.

¡Vete, vete, canalla, no me des coba tan sucia! Después que has sido para un perro te vienes con esa. Un ladrón en la horca no está más arrepentío que yo, María. Díme que me tire al agua y me verás hacerlo. ¡Ya! Si te mandase tirarte al vino, acaso... ¡Si supieses las penitas que estoy pasando! ¡Calla, calla, perro! Eso es, las de un perro cuando le cortan el rabo.

La frecuencia de las visitas del marqués a la casa de Evangelina, el anillo de ésta como gaje de amor en la mano del cadáver, las heridas por la espalda, la circunstancia de habérsele hallado al muerto al pie del lecho de la señora, y otros pequeños detalles eran motivos bastantes para que el virrey, dando crédito a la revelación, mandase suspender la sentencia.

Bien asegurado el Comandante General de tan inicuo procedimiento, mandó secuestrar todos sus papeles, y con ellos se confirmó la perversa conducta que habia tenido porque se halló una seguida y amigable correspondencia con José Gabriel Tupac-Amaru, y tambien con Diego, que continuaba los injustos designios de su hermano: y hallando confirmados sus atroces delitos por los documentos interceptados, se le mandó aprisionar con un par de grillos, y se remitió á la ciudad del Cuzco, para que en vista de todo resolviese el Visitador General, D. José Antonio de Areche, se le formase causa, ó le mandase imponer el castigo que considerase justo.

Y, habiéndose ofrecido don Antonio de hacer lo que más le mandase, se despidió dél; y, hecho liar sus armas sobre un macho, luego al mismo punto, sobre el caballo con que entró en la batalla, se salió de la ciudad aquel mismo día y se volvió a su patria, sin sucederle cosa que obligue a contarla en esta verdadera historia.