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Tal vez.... ¿Quieres mantequilla? Juana: ¡traiga usted la mantequilla! Yo voy a escribir esta tarde, para que si alguno viene no tenga que esperar.... Luego tengo que andar a las carreras. Oiga usted, tía: si Angelina me escribe, ya lo sabe usted, luego, lueguito, me manda usted, la carta. Le diré a Mauricio que pase por acá todos los días. ¡Bueno! Con él te mandaré la ropa.

Isidora, sentada y apoyando la sien en el puño, parecía estar con su pensamiento en el más lejano de los mundos posibles. No le haré a usted compañía esta tarde, porque voy a comer con Frascuelo y el marqués de Torbiscón... Oigasté, Isidora, usted manda en mi casita, donde no faltará un roío pedazo de pan.

Al siguiente día, después de oír, como de costumbre, la misa que fray Anselmo dijera a las seis, Pablo anunció: Esta noche hay una gran recepción en Palacio. Acabo de recibir la invitación... Pues todos iremos a Palacio, como corresponde a nuestras dignidades decidió el inquisidor con voz de trueno. ¡Dios lo manda! La proposición fue acogida con júbilo general.

No hay que agradecer nada.... Pues no faltaba más. ¿No nos manda Dios vestir á los enfermos, dar de beber al triste, visitar al desnudo?... ¡Ay! todo lo trabuco. ¡Qué cabeza!... Decía que para aliviar las desgracias estamos los hombres de corazón blando... , señor

, que asaltan los muros con vigor. Ya plantan las escalas y disparan un nublado de flechas. Allí su jefe, alto y hermoso, con luenga barba rubia, lanza á sus soldados contra la maciza puerta. Pero los del castillo se defienden valerosamente. Una mujer, , una heroína los manda.

EL ALCALDE. Supuesto que ya estamos reunidos, vamos á dar principio al juicio. Pero primeramente, ¿Cleto Rejones trae su hombre bueno? ALCALDE. Por muchos años. En cuanto á este caballero, ya veo que le acompaña don Silvestre.... Conque, adelante. Y digo: exponga Cleto Rejones.... CLETO. Tocante á eso, digo, señor alcalde.... ALCALDE. Calle usté el pico. CLETO. De modo que como usté me manda....

El Morenito, que ya pasaba de los cuarenta, sentía cierto respeto por don Isidro, «un señorito como Dios manda, y no como los otros fantasiosos que huían de tratarse con los pobres».

Se casa una para vivir con su marido, y a lo mejor viene un despacho de Madrid que en dos palotadas me lo manda qué yo a dónde, a la Patagonia, al Japón o al mismo infierno.

Rodeado de dos colegas y admiradores, les explicaba el plan de Villeneuve del modo siguiente: «Mr. Corneta ha dividido la escuadra en cuatro cuerpos. La vanguardia, que es mandada por Álava, tiene siete navíos; el centro, que lleva siete y lo manda Mr.