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Actualizado: 24 de mayo de 2025


La distancia borraría los malos recuerdos. No viendo la ciudad, no viendo sus campos, olvidarían por completo las tristezas que allí habían sufrido.

Vigilaba á todas horas, permanecía siempre junto al rocín delantero, evitando los baches profundos y los malos pasos; y sin embargo, si algún carro volcaba era el suyo; si algún animal caía enfermo á causa de las lluvias era seguramente de Batiste á pesar del cuidado paternal con que se apresuraba á cubrir los flancos de sus bestias con gualdrapas de arpillera apenas caían cuatro gotas.

Dizenle [ellos]: A los malos deštruyrá malamente, y šu viña dará á renta

Esos siglos que os pintan como de grandeza y bienestar son justamente los más malos de nuestra historia, la causa de la decadencia española, el principio de todos nuestros males. ¡Alto ahí, Gabrielillo! dijo el Vara de plata . sabrás mucho, has viajado y leído más que yo, pero eso no cuela.

Andronico advirtió la bondad del hombre, y pareciéndole que debia ser enviado de Dios para remedio de tantos daños, determinó de encargalle la guerra, y dexarsela hacer á su modo, porque tenia por cierto que sus pecados eran causa de tantos malos sucesos pues no bastó un grande ejército para vencer tan poco número de Turcos; y así puso solo su esperanza en la bondad de Philes, á quien dió dinero, armas y cavallos, y la gente que quiso.

Cuando se murió se encontraron en su casa muchos libros. La sobrina de Beracochea, que era la heredera, llamó a don Benigno, el vicario, para que los examinara, y éste afirmó que aquellos libros eran tan malos, que era mejor quemarlos.

No; la sociedad no era un ejército; era más bien un rebaño triste y manso, que los malos pastores obligaban a pastar en campos de desolación, reservándose para ellos las mejores tierras. Los lobos de la desgracia rondaban en torno de él, arrebatando las reses más débiles, las que marchaban a la cola. Te digo, Isidro continuó , que soy otro, y que cada día pierdo algo de mis creencias.

En la caja habían entrado ya los primeros billetes del Banco de San Fernando, que sólo se usaban para el pago de letras, pues el público los miraba aún con malos ojos.

Todos los malos olores de Madrid, dormidos durante el invierno, despertaban y revivían al llegar el calor.

Morisco soy, señores, y ojalá que negarlo pudiera; pero no por esto dejo de ser cristiano: que las divinas gracias las da Dios a quien él es servido, el cual tiene por costumbre, como vosotros mejor sabéis, de hacer salir su sol sobre los buenos y los malos, y llover sobre los justos y los injustos.

Palabra del Dia

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