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Actualizado: 23 de junio de 2025
El que sepa los motivos de la contienda entre S. Gerónimo y Vigilancio, y lea la Disertacion de Clerico, verá que este crítico moderno no entra en ella, ni pone argumentos para probar que Vigilancio tuviese razon, y no S. Gerónimo: lo que hace es entresacar las palabras ardientes Con que el Santo Doctor, zelosísimo por la doctrina de la Iglesia, rechazaba los errores de Vigilancio, y interpretar estas palabras maliciosamente, como que tiraban á volver odioso á Vigilancio.
Usted la quiere, y basta. ¿Por qué ha de ir mi hermana a trabajar la tierra y pasar fatigas, cuando un señor como usted se fija en ella?... Además y aquí sonreía maliciosamente el pilluelo , a mí me conviene este casamiento.
Ahora a estarse quieto continuó Valls . Permaneceré aquí hasta que nos vayamos juntos a Palma. Ya me conoces... Yo lo sé todo; yo lo arreglo todo... ¿Eh? ¿me explico?... El chueta guiñaba un ojo y reía maliciosamente, seguro de su habilidad para adivinar los deseos de los amigos. ¡Famoso capitán!
Asumí toda la dirección de la casa, y por más que todos sonrieron maliciosamente y protestaron, y Marta me explicó repetidas veces que jamás consentiría que yo, la más joven, la suplantase, me las compuse tan bien que al cabo de quince días yo era quien manejaba toda la casa.
¡Oh! no tardaré en gastarlos, miss Darling; mis ojos se van protestó alegremente Liette, que, mientras hablaba con la condesa de Argicourt, había oído las últimas palabras de aquel aparte. Pero no los oídos observó maliciosamente la joven americana. La verdad es que me representaba a «la tía Liette» como una viejecita arrugada y canosa de cincuenta años lo menos.
También éste le quería y aprobaba su aversión por los libros. Si de tarde en tarde era el capitán el que venía al buque por unos momentos, Caragòl le hablaba obstruyendo la puerta con su cuerpo, al mismo tiempo que sonreía maliciosamente. Para Esteban, las dos cosas más dignas de admiración eran el mar y su padre.
Cuando leyó la carta antes de enviarla comprendió que no estaba bien, que todo aquello era ridículo. Sin embargo no quiso escribir otra. Alzó los hombros con desdén y exclamó sonriendo maliciosamente: «¡Bien está! Que lo tome como quiera.» En el Sotillo sintió los únicos momentos de sosiego que había disfrutado desde hacía quince meses.
Y me contó el episodio del día. ¡Cuando yo decía que es una joven deliciosa! exclamé. Lacante arrugó la nariz y movió maliciosamente la cabeza. Sí, sí dijo, deliciosa y dócil... Se ha comido animosamente su chuleta... pero... no ha tomado postre. ¿Qué dice usted de esto?... No he querido contrariarla y he hecho como que no lo observaba... Pero lo he visto y comprendido perfectamente.
Interrumpiendo su ristra de lugares comunes, dichos campanudamente, como si estuviera en la escuela, añadió en voz baja, guiñando maliciosamente los ojos: ¿Se ha fijado, señor Bautista, en toda esta gente?... Ayer hablaban pestes de usted y su familia, y bien sabe Dios que en muchas ocasiones les he censurado esa maldad.
La de Ribert decía hablando de él: El alma hermana de usted. Genoveva iba más lejos y decía: Tu alter ego. Figúrese usted, señora, que este señor Baltet no me parece ya un extraño... Le adopto, le acaparo y hago causa común con él... De prisa vas respondió Genoveva maliciosamente. ¡Qué lástima, mamá, que el señor Baltet y Magdalena no se conozcan!...
Palabra del Dia
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