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Experimentó violenta sacudida. Una ola hirviente de bilis inundó su pecho. Aquella noche tuvo fiebre también. ¡Se le escapaban! No había posible venganza para aquel traidor. Iría a Madrid, se casaría; tal vez allí recibiría la noticia de la muerte de su hija; lloraría un poco; al cabo las caricias de su adorada esposa se la harían olvidar.

Yo obedezco: todas las tardes salgo al campo; cada día a un sitio de las afueras. He dado la vuelta a Madrid como unas veinte veces.

JUAN DE LA HOZ MATA , oriundo de una familia de Burgos, nació en Madrid en el año de 1620; recibió en el de 1653 el hábito de la Orden de Santiago; después fué regidor de Burgos, y, por último, presidente del Consejo de Hacienda de Castilla.

Y en efecto, el ilustrado cuerpo de redacción de La Abeja, herido, escarnecido, arrojado ignominiosamente de su santuario por una miserable sirviente, bajó las escaleras a toda prisa, se disolvió al llegar a la calle, se esparció por Madrid y nunca más volvió a juntarse. Era un caballero fino, distinguido, de fisonomía ingenua y simpática.

Lo principal era satisfacer su gusto en todo y por todo... En Madrid había aprendido a pintarse; ¡una gran barbaridad, porque era blanca como la leche!... Pues aunque él le había manifestado repetidas veces que le repugnaba aquella asquerosa manía, no había sido posible que le hiciera caso.

¡Ah! ¡Pobres pasiegas! ¡Cómo me explico ahora el que sus esposos las envíen á Madrid á desempeñar el papel de vacas de leche, convirtiendo la bendición conyugal y sus frutos en un oficio ó granjería! ¡Y cuánto siento haber tenido que retratarlas, en conciencia, hace pocas noches, de la cruel manera siguiente, en una epístola que dirigí á nuestro amigo Cruzada!.....

En el viaje Desde Toledo a Madrid, del maestro Tirso de Molina, apenas había caminado legua y media y llegado a las ventas de Olías, cuando exclama la melindrosa Doña Mayor: nunca imaginé que era tan largo el mundo. En cambio, el egregio poeta Leopardi prorrumpe en amargos lamentos porque el mundo le parece muy chico.

Tu pobre papá se ha visto privado hace ocho años de dar bailes, comidas, ni un siquiera... ¿Quién había de hacer los honores?... Y vuestra casa es una de las mejores de Madrid, está decorada con mucho gusto, aunque un tanto abandonada de algún tiempo a esta parte. Es lástima y grande que no haya podido aprovecharse hasta ahora el espacioso y elegante salón que tenéis.

Sin el señor Juan Montiño, que así se llamaba falsamente el hijo de don Pedro, yo no hubiera venido á Madrid. Hubiera tomado postas para Barcelona, y allí un barco para Nápoles. Pero vine, y encontréme á nuestro hombre metido en enredos que me dieron susto. Estos enredos produjeron las heridas de don Rodrigo Calderón, y los amores de don Juan con su esposa. ¡Ah! exclamó Dorotea.

Sólo se puede intentar tal empresa con la ayuda de Estupiñá, que sabe al dedillo la historia de todas las familias comerciales de Madrid, y todos los enlaces que se han hecho en medio siglo.