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Actualizado: 12 de junio de 2025
Amaba la tranquila libertad del campo y pasaba los días bajo un emparrado adornado con guirnaldas de madreselvas, cultivando la amistad de los jilgueros que venían á cantar para ella, revoloteaban al alcance de su mano y comían miguitas de su merienda.
También se veían lozanos helechos, madreselvas, parras vírgenes y otras plantas de arrimo, que se sostenían unas a otras por no haber allí grandes troncos. La Nela sintió que las ramas se agitaban a su derecha; miró... ¡Cielos divinos!
Por encima de las aguas casi invisibles del riachuelo, entrelazaban su tupido ramaje las clemátides y madreselvas silvestres y se hacía tan espeso en aquel sitio el bosque de hayas y otros árboles, que reinaba allí una oscuridad verdaderamente crepuscular.
Don Camilo, en un grupo, conversaba con los padres de Valentina; Martín, que se había separado de ellos, porque era gran fumador, echaba, escondido entre los árboles, grandes bocanadas de humo. Valentina y yo mirábamos la noche que empezaba a caer, desde una glorieta formada por madreselvas y jazmines que quedaba a un extremo del jardín. ¿Ha estudiado astronomía usted, Julio? me decía.
También al lado y dentro del albercón, y a poca distancia de él, donde hay un vallado o seto vivo de zarzamoras, granados y madreselvas, que limita y defiende las huertas, y sobre el cual seto se pone a secar la ropa lavada, se extiende y dilata la tertulia democrática y popular con mucha charla, risotadas, jaleos y retozos, pues no faltan nunca zagalones y hasta hombres ya maduros que acuden por allí atraídos por las muchachas, como acuden los gorriones al trigo.
Desde la vertiente en que se había detenido, el inspector general veía claramente la fachada principal de la casa tapizada de madreselvas y rosales; veía también los caminillos del jardín trazados al estilo francés y más allá del parque y de las paredes de cierre, en el espacio que el bosque dejaba todavía libre, se veían extensos campos de hierba, de centeno, de alfalfa que la brisa movía como las olas del mar y el sol iluminaba esplendorosamente; más lejos comenzaban de nuevo los bosques que iban subiendo dulcemente y coronaban con su verdor esa pacífica y riente soledad.
En cada piso se veian anchas vidrieras compuestas de pequeñísimos vidrios empatados en marcos de madera, sin abras exteriores y formando una curiosa simetría; y del suelo de la casa, á los lados de la puerta, se alzaban robustas plantas de madreselvas que trepaban hasta los pisos altos, formando en la fachada flotantes cortinajes floridos que se entrelazaban sobre los marcos de las ventanas.
Pero Mauricio, en vez de apretar el paso, como aquel á quien se espera, le acortaba. Dobló la esquina de la calleja y allí se detuvo su tutor. Mauricio avanzó hasta que pudo descubrir el terraplén de la quinta y allí, oculto detrás de una espesura de madreselvas que brotaban en la cerca de un jardín, esperó.
El comedor y el corredor era lo que amueblaban, y eso con pocos muebles: en las paredes ponían en nichos sus jarros preciosos: las sillas tenían filetes tallados, como los que solían ponerles a las puertas, que eran anchas de abajo y con la cornisa adornada de dibujos de palmas y madreselvas.
Palabra del Dia
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