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Actualizado: 14 de julio de 2025
A penas se acabó el enterramiento Desposanse los dos: el paradero Fué muerte acabadora de contentos, De bienes y de males, y tormentos. ¡O cruda ingratitud, tan celebrada De hembras por el mundo, como vemos: Es posible, que siendo tan usada, Jamas de su rigor huir podernos!
Muchos santos padres lo han dicho: «La ira es peor aún que la lascivia en los sacerdotes». La ira de los sacerdotes ha hecho verter muchas lágrimas y ha causado males horribles.
Fuera de eso no quedaba para Beatriz más que oprobio, degradación, sonrojo, y para la misma señora de Aymaret eternos remordimientos por una imprudencia tan involuntaria como imprescindible en evitación de mayores males.
Pensaba la infeliz que, devorando sus quejidos y tapando con sonrisas forzadas la expresión de sus tristezas, y con drogas y menjurjes el color de la agonía y las arrugas de los años y de las zarpadas de la enfermedad, ni ésta avanzaba ni las gentes la velan; sin caer, o mejor dicho, no queriendo caer en la cuenta de que aquellos esfuerzos del ánimo, con aquel vivir sin sosiego, eran a sus males lo que el combustible a la hoguera: cebo que los alimentaba y los embravecía.
Yo iré a donde usted vaya, pues para mis males lo mismo son unas aguas que obras... Todo está en zarandearse un poco y salir de este horno». En esto del viajecito a baños era Rosalía más comunicativa que en el anterior tema. Bien deseaba veranear pero aún no había dicho el médico nada terminante.
Contra todos estos abusos disertó con vehemencia, o más bien lanzó centellas y rayos, discurriendo más por extenso sobre el lujo femenino y encareciendo los males que de él proceden.
Existen casas que atraen y casas que repelen: en las unas parece que los habitantes deben estar colmados por todos los favores del cielo; en las otras podría creerse que han de caer todos los males de la humanidad sobre los que allí se alberguen.
Finalmente, el cacique que le miraba como á padre amoroso y le reverenciaba como á Santo por la extremada piedad con que sentía todos sus males, le dijo por último para apartarle de su santo propósito: «Padre, si te acometieran los Manacicas, ¿con qué te defenderás tú sólo?»
Eres, por ejemplo, mentiroso. Los males que nazcan de tu pecado debes remediarlos hasta donde te sea posible y lícito, esto es, sin cometer pecado nuevo para remediar el antiguo. Dios, para hacernos patente la enormidad de nuestras culpas, consiente á veces en que nazcan de ellas males cuyos humanos remedios son peores.
Parece que consideraba esencial conocer al hombre antes de intentar curarle; porque donde quiera que existen combinados corazón é inteligencia, tienen estos cierto influjo en las enfermedades del cuerpo. La imaginación y el cerebro eran tan activos en Arturo Dimmesdale, y tan intensa la sensibilidad, que sus males físicos tenían seguramente origen en aquellos.
Palabra del Dia
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