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Actualizado: 12 de julio de 2025


Y viene usted a hacer un viajecito por nuestro país, ¿verdad? ¡Cuánto me alegro! ¿Le gusta a usted Sevilla? Muchísimo. Es una ciudad encantadora. Muchísimo, ¿verdad? ¡Pobrecito! ¿Y piensa usted permanecer aquí todo el verano? Señora, eso depende de las circunstancias dije echando una mirada de inteligencia a D. Oscar, quien se dignó aprobar con la cabeza.

No era grande la distancia de allí a su casa, pero aunque le dijeran que en la cochera le esperaba el mismo Nuncio, no iba. ¡Qué había de ir!... Aun haciéndole bueno que con tal viajecito venía la gorda, lo pensaría antes de decidirse a subir la cuesta con aquel calor. ¡Vaya! Menos historias y a trabajar.

Mucho le gustaban los domingos, con su libertad para levantarse más tarde, sus horas de holganza y su viajecito á Alboraya para oir la misa; pero aquel domingo era mejor que los otros, brillaba más el sol, cantaban con más fuerza los pájaros, entraba por el ventanillo un aire que olía á gloria: ¡cómo decirlo!... en fin, que la mañana tenía para ella algo nuevo y extraordinario.

Raimundo era, como ya sabemos, un chico débil, que no había tenido la educación gimnástica de los jóvenes aristócratas, sus amigos. Aquel viajecito por el estribo, con la marcha rapidísima del tren, que para ellos era cosa baladí, para él, que sentía vértigos al atravesar un puente o subir a una torre, era realmente peligrosísimo.

Aconsejo á los que padezcan de los nervios y quieran obtener una curacion violenta pero segura, que vayan á España á hacer un viajecito en diligencia. En España casi siempre que cae un ministerio le destierran, á lo ménos diplomáticamente.

Muy tranquilo estuvo Almudena toda la noche, sin poder coger el sueño, delirando con el viajecito a Jerusalén; y Benina, por ver de calmarle, mostrábase dispuesta a emprender tan larga peregrinación.

Era preciso buscar un puesto de reposo bien retribuído, hasta que hubiesen otra vez insurrectos en el campo y jefaturas de operaciones. La verdadera historia de Méjico no iba á cortarse para siempre. Pensó en la conveniencia de que Martínez hiciese un viajecito á la capital para reanudar amistades. Luego dudó de sus condiciones para este trabajo. Era mejor que fuese ella.

Yo iré a donde usted vaya, pues para mis males lo mismo son unas aguas que obras... Todo está en zarandearse un poco y salir de este horno». En esto del viajecito a baños era Rosalía más comunicativa que en el anterior tema. Bien deseaba veranear pero aún no había dicho el médico nada terminante.

Diantre! es decir que para entrar á Francia teníamos que hacer un viajecito léjos de Francia, en busca de un visa? Probablemente. Pero si en Estuttgard ni Carlsruhe no hay ministros ni cónsules de mi país.... Eso no es culpa mia. Y bien, señor comisario, U. se equivoca. Nosotros tenemos derecho de entrar á Francia, sin visa especial, como cualquier frances. ¿Por qué?

Palabra del Dia

godella

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