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Actualizado: 8 de junio de 2025
La embriaguez sagrada, á que contribuia la efervescencia de la savia juvenil de los lectores, ha pasado. El díctamo consolador que destilaban sus páginas no tiene ya la misma virtud: sin embargo, el rastro luminoso de la idea que le dió vida, la vibracion de aquella palabra reveladora, no se ha borrado del todo de la mente y la perciben aun los sentidos.
Y un tumulto de ideas, mejor dicho, de imaginaciones porque, propiamente ideas sobre el mundo, no tiene aun la señorita asaltan su mente en ligero torbellino, se agitan, bullen, vuelan y revuelan como mariposas en torno del foco luminoso. ¿Cómo será el mundo? He ahí la preocupación de la señorita. Pero esta preocupación está exenta de tristeza, de gravedad, de pesimismo.
3.º La idea del triángulo de cada especie en particular, es clara, evidente, en ella vemos del modo mas luminoso sus propiedades; por el contrario la representacion sensible, es vaga, confusa; así apenas distinguimos el triángulo rectángulo del acutángulo ú obtusángulo de poca inclinacion.
En todas partes recibía nuestra virtuosa heroína testimonios inexcusables del gran aprecio con que era mirada, pero muy particularmente en la sociedad de devotos y beatas, donde se la consideraba como un faro luminoso que había de reportar ventajas a la religión.
Su vista recorrió la extensión del mar y allá, á lo lejos, en el límite del horizonte, vió la luz del faro como un punto luminoso apenas perceptible y que disminuía hasta borrarse, como un signo de la desgracia. Estaba libre y rodeado de amigos é iba á ver á las personas que amaba. Pero al mismo tiempo se encaminaba á la lucha. Una arruga apareció en su frente.
Si el Sol se encontrara á distancias tan grandes como las estrellas que más cerca se hallan de nosotros, sólo se presentaría á nuestra vista como un sencillo punto luminoso; de lo cual se deduce que el astro central de nuestro sistema no es sino una estrella, ó que cada estrella es un Sol análogo al nuestro.
Asaltole frenética ansia de dejar de existir para el siglo, de entregar lo que le restaba de vida al servicio de Dios, entre los cuatro muros de una celda. Al día siguiente, al acercarse a Avila, ordenó al cochero que se llegase al convento de Santo Tomás. Quería hablar de paso con el Prior. Era un mediodía frío y luminoso de fines de octubre.
Una ola de lágrimas se agolpaba a mis ojos y un nudo de angustia cerraba en mi garganta el paso a toda palabra. Se puso a leer un libro de filosofía alemana, uno de esos libros que, por su profunda aridez y sequedad, levantan cefalalgias. La intrincada filosofía no llegaba a su espíritu, en el cual sólo había la espina clavada de mi pequeña ofensa. En tales circunstancias tuve un rasgo luminoso.
Lucía el sol de un mediodía abrasador. La implacable intensidad de la luz me ofuscaba, haciéndome ver los términos lejanos como masas violáceas envueltas en una gasa blanca. La línea del último más bien se adivinaba que se percibía en los confines del horizonte luminoso. La naturaleza africana anunciaba ya su proximidad con los setos de pita y de higos chumbos erizados de púas.
Desde el fondo del Océano, desde el ardiente centro de la tierra, desde las crestas nevadas del Himalaya y desde las serenas profundidades del éter luminoso, acudían Varuna, Agni, cuantas son las inteligencias que mueven las esferas celestes y guían a los astros en su curso, y el propio Indra, cabalgando en el pájaro Garuda, y no ya con rayos en la diestra, sino con aljófares y flores, que así él como las otras divinidades derramaban a manos llenas sobre la muchedumbre devota.
Palabra del Dia
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