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Hay un hombre, un santo, que defiende en esta corte tan corrompida, tan odiosa, la inocencia y la justicia; ese hombre es el confesor del rey; ya sabéis que fray Luis de Aliaga es del partido de la reina, porque de parte de la reina están la razón y la justicia. Fray Luis de Aliaga ha sido recientemente nombrado inquisidor general.

En el mismo instante, algo blando y tibio chocó en una de sus mejillas escurriéndose por los hilos de su barba. ¡Su Luis, su hermano, le había escupido en el rostro!

Tengo la certeza de que al salir de aquí nos querremos más; que constituiremos una verdadera familia cristiana, como dice.... Se detuvo como avergonzado de soltar ante Luis el nombre en que pensaba. Pero se arrepintió de su duda como de un pecado, y añadió con energía, queriendo imponer su convicción: Los jesuítas no son malos como yo creía torpemente. Debes salir de tu error, Luis.

Creo, Luis, que si no tuviese á mi mujer y mi hija, aquí me quedaría para siempre. Esta es la verdadera vida. La de fuera ya sabes lo que es: penas y maldiciones. Aresti le escuchaba silencioso, mirándolo fijamente, sin pestañear, como en presencia de un enfermo; de «un caso interesante». ¿Y qué es eso que llevas ahí? dijo de pronto, agarrando el libro que su primo conservaba cerrado en una mano.

Pero, ahorcados ya los hábitos, y teniendo que declarar en seguida que Pepita era su novia y que iba a casarse con ella, D. Luis, a pesar de su carácter pacífico, de sus ensueños de humana ternura, y de las creencias religiosas que en su alma quedaban íntegras, y que repugnaban todo medio violento, no acertaba a compaginar con su dignidad el abstenerse de romper la crisma al conde desvergonzado.

Trataba de formar un campo y nunca supo sino espulgarse en él. Nombraba castillos y apenas los había visto en los ochavos. Celebraba mucho la memoria del señor don Juan, y oíle decir yo muchas veces de Luis Quijada que había sido honra de amigos.

Así se atormentaba D. Luis con encontrados pensamientos que se daban guerra, cuando entró Currito en su cuarto, sin decir oxte ni moxte. Currito, que no estimaba gran cosa a su primo, mientras no fue más que teólogo, le veneraba, le admiraba y formaba de él un concepto sobrehumano desde que le había visto montar tan bien en Lucero.

Yérguese sobre una gran mole de granito, y se empina y vuelve á empinarse indefinidamente, cual una Babel titánicamente amontonada, roca sobre roca, siglo tras siglo, empero constantemente calabozo sobre calabozo. Abajo, el in pace de los frailes; más arriba, la jaula de hierro levantada por Luis XI; subiendo siempre, la de Luis XIV; á mayor elevación, la cárcel actual.

Tal vez hay mucho de chiste y de broma en cuanto se alega en favor de las corridas de toros en el precioso libro del señor conde de las Navas. Tal vez en el bellísimo prólogo del mencionado libro, escrito por D. Luis Carmena y Millán, cuya autoridad en tauromaquia es indiscutible y casi infalible, se trasluzca también algo de burla y de ironía.

Celebrados los desposorios, Isabel y Luis no volvieron a separarse, habitando el mismo palacio como si fuesen hermanos, hasta que por la voluntad de Dios fueron marido y mujer.