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Actualizado: 18 de junio de 2025
Nos dirigimos á las Tullerías y al Louvre, atravesamos el inmenso patio de este inmenso alcázar, torcimos á derecha para tomar el Puente Nuevo; á poco estábamos en el muelle de Voltaire, y luego en la famosa calle de la Universidad.
Parece mentira que en este siglo ligero que tan aprisa marcha, sin detenerse jamas en obras de larga duracion, hayan podido verificarse y en tan corto plazo las obras colosales del Louvre.
La Infanta Doña Margarita María, primer fruto del matrimonio de Felipe IV con la tiesísima señora a quien acabamos de mencionar, esta retratada por Velázquez en Viena a los dos o tres años, con rico traje rojo y plata: y a los seis o siete con un traje muy parecido al que tiene en el cuadro de Las Meninas: en el Louvre de cuatro o cinco, vestida de blanco con encajes negros, y en Francfort a los seis o siete de gris y negro, siendo en todas estas imágenes, porque no contamos las apócrifas, una de las figuras más simpáticas que Velázquez trazó.
Delante de su elegante fachada principal, se extiende una espaciosa plaza sembrada de jardines, que embellece el cuadro. El verdadero monumento que cuenta hoy Paris, es el Louvre, unido como está ya á las Tullerías.
Primero, en el lienzo que hoy figura en el Louvre, después en uno que hay en la Galería Imperial de Viena y luego en los dos de Madrid, donde esta en pie con rico traje negro galoneado de plata, descomunal peluca de tirabuzones largos, tocado de plumas blancas, el cuerpo aprisionado brutalmente en la cotilla y en la mano izquierda un pañuelo blanco que destaca sobre la falda voluminosa acampanada y rígida.
Afirmo, bajo mi palabra de honor, que hemos visto aquellos bustos originales en los lugares indicados; el de azúcar, en una de las confiterías de la calle de San Honorato, y el de chocolate, en la esquina del gran hotel del Louvre. Pero estaban admirablemente ejecutados, se dirá.
La escuela italiana, poderosamente espléndida, luce tambien en el Louvre con toda su pompa: en el salon cuadrado, el mas rico de todos, se leen al pié de lienzos sin rival, las ilustres rúbricas de Rafael, Ticiano, Rubens, Pablo Verones, Tintoreto, Leonardo de Vinci, y Murillo, que en medio de aquellos hijos del genio, proclama con dos inmortales Vírgenes la pujanza de la escuela española, que tambien brilla con todo su valiente esplendor en los salones del Louvre.
En los escaparates de una confitería en la calle de San Honorato descubrimos un Pio IX de azúcar, y en la esquina del gran hotel del Louvre, hácia la plaza del Palacio Real, un Napoleon de chocolate, montado á caballo. Digo la verdad, sin embargo de no ser pontífice ni emperador, no me sabria bien que una escultura tan original confiase el secreto de mi fama al chocolate y al azúcar.
Entramos en el Museo de pinturas. Despues de atravesar algunas galerías, en donde hay más riqueza de arquitectura, en donde el edificio es mucho más notable que el Museo, penetramos en la sala de preferencia. En esta rica sala se custodian todas las obras más estimadas que el Louvre posee de los grandes maestros.
Por lo que á mí toca, Dios sabe cuánto deseo verla. ¡Animo, mis queridos y benévolos lectores! Hasta mañana. =Dia trigésimo tercero=. La enferma. Museo del Louvre. La Asuncion. Apoteosis de Rubens. Otra pintura de Murillo. Una respuesta. Noticia á mis lectoras. Curiosidades. ¡Virtud increible la de la sangre! ¡Cariño santo el de la familia!
Palabra del Dia
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