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Actualizado: 3 de junio de 2025


Miraba hacia la chimenea grande y negra, hacia la gran campana de piedra, en la que se veían figuras y árboles de talla y el humo subir en espesas nubes hasta donde se hallaban los trozos de tocino. De repente, cuando menos lo esperábamos, el loco dio un golpe con el palo en la losa y exclamó como si soñara: «¡..., ..., yo lo he visto... hace mucho tiempo..., mucho tiempo

Al rayo de la luna que cruza solitaria del infinito espacio por la region azul, yo elevo á los que fueron mi lánguida plegaria, y rompe de sus tumbas la losa funeraria el canto que suspira gimiendo mi laud.

Feliz , que amorosa Aun puedes suspirar sobre una losa, Tibia con tu calor, Y aun puedes aspirar el suave aroma Del alma de tu hijo, que ora asoma En el cielo cual astro de tu amor. Á LA NI

Y después la palabra terrible como un latigazo: «¡Vete!»; como a un lacayo que osa atreverse a su señora, y la verja, cerrándose a sus espaldas con estrépito cayendo como una losa de tumba entre él y la artista. No volvería: le faltaba valor para arrostrar su mirada.

Cuantos cálculos hacíamos para engañarnos unos a otros, resultaban increíbles en presencia de la realidad de tantas horas transcurridas sin saber nada de los ausentes, y, sobre todo, de aquella noche espantable que se venía encima de Tablanca y que, si llegaba antes que ellos, podía considerarse ya como su losa funeraria.

De este modo será una especie de sermón viviente contra el pecado, hasta que la letra ignominiosa se grabe en la losa de su sepulcro. Me duele, sin embargo, que el compañero de su iniquidad no estuviera, por lo menos, á su lado sobre ese cadalso. Pero ¡ya se sabrá quién es! ¡ya se sabrá quién es!

Debía ser la Virgen rodeada de ángeles: una obra del arte grosero y cándido de la Edad Media; algún voto de los tiempos de la conquista; pero unas generaciones picando la piedra para marcar mejor las figuras borradas por los años, y otras blanqueándola con escrúpulos de bárbara curiosidad, habían dejado la losa de tal modo que sólo se distinguía un bulto informe de mujer, «la reina», que daba su nombre á la fuente: «reina de los moros», como forzosamente han de serlo todas en los cuentos del campo.

Dejólo donde se bifurca con el camino que conduce al cementerio de San Isidro y siguió hacia éste a pie. Ascendió con rapidez la cuesta, llegó y penetró en el nuevo recinto, donde, como exige la ley, a los muertos se les da tierra, no se les encajona en largas y sombrías galerías. Con paso rápido avanzó hasta una sepultura con losa de mármol blanco rodeada de una pequeña verja, y se detuvo.

Una mujer muerta en casa de Lea y vestida con su ropa, ¿quién podía ser sino ella? Yo mismo no lo puse en duda. Menos firme que , volví los ojos cuando me enseñaron el cadáver en la siniestra losa del depósito. ¡Hay qué tener una disposición especial para examinar de cerca los muertos!

Se da sepultura a un cadáver, y allí queda: las personas a quienes interesa saben que hay un rincón de tierra donde existen aquellos restos, y pueden marcarlos con una losa, con una cruz o con una piedra.

Palabra del Dia

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