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Actualizado: 27 de julio de 2025
No tuve más remedio que resignarme a oírlo todo, cuando, deteniéndome en una de mis acometidas para marcharme, me dijo, casi lloroso de puro dulzón y suplicante: » Falta la segunda y última parte de mi pretensión, o, mejor dicho, la pretensión enteera. Le juro a usted que se la expondré en cuaaatro palabras. »Y me la espetó, el condenado, en muy pocas más... ¡La misma con que yo contaba!
Desde que fueron dichas por el sabio Miquis estas sentenciosas frases y otras que omitimos, Isidora estuvo muchos días sin presentarse en la casa de Emilia. Don José también se había eclipsado, por lo que estaban los de Castaño disgustadísimos y llenos de temor. Un día, por fin, entró Relimpio en casa de Miquis, y entre lloroso y turbado, le dijo: «Venga usted, venga usted, Sr.
Los ojos le rebrillaron y, quitándose la gorra, adelantose paso a paso, con el encogimiento ondulante y lloroso de los perros sin dueño. Desde entonces, vestido de galas lacayunas, sirviole de criado, cursando él mismo en las Escuelas, pues era de aprovechada condición.
No os han enternecido ya los llantos Deste pueblo lloroso y afligido, Ni la sagrada voz de nuestros cantos? Antes creo que se han endurecido, Qual se puede inferir de las señales Tan fieras como aqui han acontecido; Nuestros vivos remedios son mortales, Toda es nuestra pereza diligencia, Y los bienes agenos nuestros males.
Mendieta quedó allá sin el navío; Dó presto feneció, triste y lloroso: Estotros placenteros con contento De Santa Fé salieron con buen viento. A la Asumpcion llegaron victoriosos, Pensando que hicieron grande hazaña, A donde los recibe muy gozosos, Como si vueltos fueran ya de España.
Al corazon humilde y doloroso, Envuelto en contricion, nunca aborrece El Alto; y al que vé menesteroso De su socorro, bien le favorece: Pues ¿quien no habia de estar allí lloroso En Santos, dò la causa tanto crece Con robos, destruccion y cautiverio, Flagicios, tiranias, improperio?
Recordaba con remordimiento aquel breve diálogo en el parque improvisado, durante el cual habló duramente á Robledo. «¡Y por esa mujer pensaba que lleva los hombres á la muerte, he maltratado al mejor de mis amigos!» Luego, el rostro triste y lloroso de Celinda sucedía en su imaginación á la cara bondadosa de Robledo.
Pero ¿y ésa?, ¿dónde está, que con tanto interés abogas por ella? preguntó Esteban . ¿Es que la has visto y la has hablado? ¿Es que está en Toledo? ¿La has traído acaso, con tu audacia de incrédulo, a la misma catedral...? Gabriel, viéndolo lloroso y quebrantado por su amenaza de marcharse, creyó llegado el momento decisivo, y abrió la puerta del cuarto de Sagrario.
Arrojado Candido del paraiso terrenal fué andando mucho tiempo sin saber adonde se encaminaba, lloroso, alzando los ojos al cielo, y volviéndolos una y mil veces á la quinta que la mas linda de las baronesitas encerraba; al fin se acostó sin cenar, en mitad del campo entre dos surcos.
Contó Pepe a su compañero cuanto había ocurrido durante su ausencia, las consecuencias del sermón, el fanatismo de la madre, sus disgustos con Tirso, el modo que tuvo de echarle, y, por último, el deplorable extremo a que se veía reducido, refiriéndole, entre lloroso e irascible, cómo había faltado doña Manuela a dormir una noche a su casa, por ser vigilanta en la Limosna de la luz.
Palabra del Dia
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