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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Y esto acabado, mandó hacer Inca Yupanqui que se recogiese todo el despojo y joyas de oro y plata que en el tal despojo se habia habido, todo lo cual fué fecho; y traido delante dél y visto por él, mandó que ansí junto como estaba, lo llevasen á la ciudad del Cuzco, donde lo pensaba repartir y dar á sus amigos.

Iba más triste que la medianoche. Este pobre Canelo que usted ve aquí era entonces un cachorrillo, y me siguió más de cuatro leguas, hasta que tuve que pegarle para que se volviese; pero después de pegarle, todavía me seguía de lejos. Entonces hice que lo atasen y lo llevasen á Vegalora. En mi casa no podían mantenerlo: se lo dejé á un amigo panadero que tengo en la villa.

CIPIÓN. Es eso tan verdad, que me acuerdo haber oído decir a un amo que tuve de bonísimo ingenio, que al famoso griego llamado Ulises le dieron renombre de prudente por sólo haber andado muchas tierras y comunicado con diversas gentes y varias naciones; y así, alabo la intención que tuviste de irte donde te llevasen.

El empleado, conmovido por el apretón de manos de Antonio y por el parentesco de aquellas dos personas con un matador de fama, mostrábase obsequioso. Si quería aguardar la señora a la terminación de la fiesta, podía descansar en la casa del conserje. Si deseaba ver la corrida, él sabría colocarlos en buen sitio aunque no llevasen billetes.

Llevaba ya tejido un buen principio a la hora en que Ramón volvía de la escuela. Deseó verle, mostrárselo y hacerlo su confidente esta vez más... Por eso pidió ella misma un nuevo descanso para que la llevasen al patio del servicio. La señora accedió, encantada. Estallando por hablar, en cuanto estuvo cerca de Ramón, le preguntó, con inusitada formalidad: ¿Tienes honor, Ramón?

Sin embargo de las prohibiciones hechas por los Reyes Católicos con propósito de estorbar que los judíos llevasen consigo oro ó plata, ellos sacaron grandes cantidades de uno i otro metal, burlando la vigilancia de sus cruelisimos perseguidores, llevándolas escondidas en los aparejos de las bestias i en las ropas interiores de las mujeres.

Y sólo olvidaba a Sevilla en las noches de asueto, cuando no había toros al día siguiente y toda la cuadrilla, rodeada de aficionados deseosos de que se llevasen un buen recuerdo de la ciudad, se metía en un café de cante «flamenco», donde mujeres y canciones todo era para el maestro.

La luz de la luna, que se alzaba iluminando el paseo de las Filas y el mar, la hora y la temperatura envidiable de una noche de verano, incitaban a amantes efusiones, o siquiera a galanteos, y hasta el ruido de la concurrencia se brindaba a ser cómplice de tiernas palabras pronunciadas a media voz; así lo comprendía Baltasar, que acompañaba a las muchachas, inamovible al lado de Josefina, y haciendo, sin escrúpulo, que sus hermanas llevasen la cesta.

El médico vino poco después a curar a D. Luis, y pronosticó que en tres o cuatro días estaría don Luis para salir a la calle, como si tal cosa. El conde, en cambio, tenía para meses. Su vida, sin embargo, no corría peligro. Había vuelto de su desmayo, y había pedido que le llevasen a su pueblo, que no dista más que una legua del lugar en que pasaron estos sucesos.

Finalmente, Roque Guinart ordenó a los criados de don Vicente que llevasen su cuerpo al lugar de su padre, que estaba allí cerca, para que le diesen sepultura. Claudia dijo a Roque que querría irse a un monasterio donde era abadesa una tía suya, en el cual pensaba acabar la vida, de otro mejor esposo y más eterno acompañada.

Palabra del Dia

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