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Actualizado: 9 de junio de 2025


Allí, mojando buñuelos en el fangoso líquido de la taza, sentía renacer otra vez sus esperanzas, aunque menos intensas que en el ambiente cálido de la redacción. El sería algo; él subiría alto. Siempre que llenaba el estómago, sentíase animado por una fe ciega en su destino. Y con tales esperanzas, emprendía la caminata hacia los Cuatro Caminos, para reposar en el camastro todavía caliente.

Cuando le recogieron estaba muerto. Los periódicos hablaron de él muy poco, porque entonces el affaire Dreyfus lo llenaba todo. Le Journal, al dar la noticia, añadía: «A su entierro no fué nadie.» ¡Nadie! ¡Oh, lectora!

Tu alumbrabas con tus rayos a la antigua reina del mundo, astro pacifico de las noches, tu dejabas caer una luz palida y melancolica que suavizaba el aspecto austero y doloroso de sus antiguos escombros, y llenaba en algun modo el vacio de los siglos.

Allí había un libro mejor que el que jamás podré escribir, que se me iba presentando hoja tras hoja, precisamente como las llenaba la realidad de la hora fugitiva, y que se desvanecían con la misma rapidez con que habían sido escritas, porque mi inteligencia carecía de la profundidad necesaria para comprenderlas, y mi pluma de habilidad suficiente para transcribirlas.

Así quedó formada una pieza única y enorme, que cubría todo un lado de la colina, y el más viejo de los maestros, consultando un cuaderno cuyas hojas llenaba de cálculos matemáticos, trazó con un pincel blanco sobre la tela las líneas que debían seguir los cortadores.

Mi propia vanidad me movía a formar a mi vez un concepto, quizá exagerado, de todas sus prendas personales. Aquel hombre, que también, en mi sentir, me comprendía, valía mucho más a mis ojos. La gratitud hacia aquel hombre en mis momentos de modestia, cuando yo creía que yo no se lo debía todo a mi propio mérito, llenaba mi corazón. Jamás, sin embargo, le he amado.

Además, la religión lo llenaba todo, era el único fin de la existencia, y los españoles, pensando siempre en el cielo, acababan por acostumbrarse a las miserias de la tierra. No dude usted que el exceso de religiosidad nos arruinó y estuvo próximo a matarnos como nación.

De modo que eres Olga exclamó siempre en el mismo tono estridente y llorón que llenaba la casa. ¡Buenos días, mi queridita! ¡Oh! ¡Qué desgracia! ¿Entonces es verdad? ¡La noticia me ha trastornado! Le ruego, querida tía le dije cruzándome de brazos, que vaya usted a trastornarse a otra parte y no aquí, y que a la cabecera de la enferma modere usted el tono de su voz. Ella se quedó cortada.

Por último, si mi tío no había seguido carrera alguna, si no había sido ni médico, ni abogado, ni ingeniero, ni soldado, ni diplomático, ni aun ministro, llenaba su cometido en la vida, conservando las sanas tradiciones, respetando lo que es respetable, no dejándose arrastrar por las divagaciones de la época, y usando de su influencia para encaminar al bien y a la justicia algunos corazones.

Cuando desembarqué en Lisboa, su obesa figura llenaba todo el arco de la calle Angosta, y sus ojos oblícuos y los dos ojos pintados de su cometa en figura de papagayo, parecían fijos en .

Palabra del Dia

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