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Actualizado: 11 de junio de 2025


Quiso la casualidad que uno de aquellos días, al pasar Ramiro bajo las ventanas de Beatriz, don Alonso llegase por la misma calle en dirección a su morada, llevado en silla de manos y rodeado de escasa servidumbre. Ramiro le saludó con franqueza, quitándose del todo la gorra.

Solo falta gente española para poblarla, y desentrañar tanta riqueza, que está oculta en aquel país; por lo que ninguno se admire de cuantos á sus manos llegase este manifiesto, porque todo lo que aquí referido, no es ponderacion, ni exageracion alguna, sino la pura verdad de lo que hay y es, como que yo mismo lo he andado, lo he visto y tocado por mis manos.

No creo que la Iñure llegase a decir dos palabras seguidas en castellano; pero, en cambio, se expresaba en vascuence con una rapidez vertiginosa, en tono de persona que reza. La Iñure tenía una hermana, la Joshepa Iñashi, que era, al mismo tiempo, cerora de la iglesia y mujer del sacristán. La Joshepa Iñashi vivía en una casa antigua y negra, próxima a la parroquia y dependiente de ésta.

Yo soy mayor de edad, y me figuro que sin miedo a mamá puedo ir donde mejor me parezca. Sea así; siga viniendo, ya que tal es su gusto; pero no me negará usted que existe contra una hostilidad declarada. Y si yo llegase a amarle, ¡Dios mío! ¿qué dirían entonces de ? Creerían que había venido únicamente para seducir a don Rafael, y ya ve usted cuán lejos estoy de ello.

Como Vd. me concederá también, repuso el cura, yo no podía hacer otra cosa, aun conociendo la verdadera pena de Pablo, que aguardar a mi vez, porque por nada de este mundo hubiera querido hablar a Carmen de los sufrimientos del joven; temía ser la causa de que esta sensible y buena muchacha se resolviera a hacer un sacrificio por compasión hacia Pablo, o bien que llegase a tenerle un poco de cariño originado por la misma compasión.

Estaba condenado a muerte, y mientras en Madrid hojeaban por última vez los papelotes de su proceso, él se pasaba allí meses y meses enterrado en vida, pudriéndose, como animado cadáver, en aquel ataúd de argamasa, deseando, como un mal momentáneo que pondría fin a otros mayores, que llegase pronto la hora en que le apretaran el cuello, terminando todo de una vez.

Estando en todas estas preguntas y respuestas, salió de la casa del jardín la bella Zoraida, la cual ya había mucho que me había visto; y, como las moras en ninguna manera hacen melindre de mostrarse a los cristianos, ni tampoco se esquivan, como ya he dicho, no se le dio nada de venir adonde su padre conmigo estaba; antes, luego cuando su padre vio que venía, y de espacio, la llamó y mandó que llegase.

Y usted no habrá querido exponerse a eso. El señor Le Bris enrojeció a su pesar, porque la duquesa decía la verdad; pero salió de aquel mal paso haciendo el elogio de don Diego. Le pintó como un noble corazón, un caballero de antaño perdido en nuestro siglo. Puede usted creer, señora duquesa, que si nuestra querida enferma llegase a salvarse, lo debería a su marido.

Tenían las firmes virtudes del que ve su existencia asegurada, á cubierto de todo riesgo, y no necesita hacer daño á los demás para vivir... Y así continuarían plácidamente, sin violentas alegrías, pero también sin dolores, hasta que llegase su hora última...

Si aquéllos eran feos o muy grandes, no proseguía el examen; si el cuerpo no era airoso, desviaba la vista: mujer en quien llegase a investigar con la mirada el color del pelo, la forma del cuello o el encaje de la cabeza sobre los hombros, podía mostrarse orgullosa de sus pies y su cintura.

Palabra del Dia

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