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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Después habían transcurrido dos meses sin que por suerte llegase otra carta. ¿Qué le importaban a él estas noticias de un mundo al que no pensaba volver?... No sabía ciertamente qué le reservaba el porvenir: allí había llegado y allí se quedaba, sin otros placeres que la caza y la pesca, gozando una voluptuosidad animal al no tener más ideas y deseos que los del hombre primitivo.
Flora gritaba y quería arrojarse igualmente, pero el barquero la retuvo. La corriente en aquel sitio, aunque viva, no era impetuosa. Nolo nadaba con todas sus fuerzas para alcanzar á su amada antes que llegase al sitio donde el río se precipitaba en torbellino semejante á una cascada.
Con los ojos abiertos como los de un ratoncillo, esperó que llegase el día. Esa noche dormía en su cuarto, con miss Mary. Porque, cuando no sintiera dolores, dormía en su cuarto, con miss Mary, esa dormilona que roncaba como un fuelle. Cuando los sentía, dormía junto a la cama de su mamá, y esto era un consuelo.
Ya, en esto, amanecía, y si los muertos los habían espantado, no menos los atribularon más de cuarenta bandoleros vivos que de improviso les rodearon, diciéndoles en lengua catalana que estuviesen quedos, y se detuviesen, hasta que llegase su capitán.
Mas antes que llegase al sitio un minero de baja estatura, de mísero aspecto, aquel Joyana amigo y compañero de Plutón se le plantó delante y le descerrajó un tiro en el pecho dejándole muerto. Nolo brincó como un león dejando abandonada á Demetria. En aquel momento una mano criminal, la mano de Plutón, avanzó por encima del hombro de aquélla y le dió una terrible cuchillada en la garganta.
¡El breve y gracioso moño de cinta celeste que cerraba la canasta no estaba, no podía estar hecho por don Casiano!... Al llegar el día, Melchor estaba de pie, habiendo abandonado la cama con especial cuidado de no interrumpir el sueño de sus dos compañeros, hasta que llegase el momento de partir.
Era menester aguardar, sin embargo, á Manolete. Suponiendo que llegase á la capital antes de amanecer y diese la vuelta en seguida como se le había ordenado, al mediodía debía de estar en Entralgo.
Juró dar aquellos miserables despojos al primer pobre que a la puerta llegase. Púsose su vestidillo negro, que a toda prisa se había hecho aquellos días, colocose el velito en la cabeza y hombros, mirándose al espejo con movimientos de pájaro, y se dispuso a salir. Antes abrió el balcón, y mirando a la calle, dijo: «Allí está ya. ¡Qué puntual y qué caballero es!». Salió.
Al avistar Tenerife preguntó con emoción si ya estábamos en Buenos Aires. Mañana, al ver de lejos las islas de Cabo Verde, volverá a creer que hemos llegado... ¡Infeliz! De todos los que vamos en el buque es el que más piensa en Buenos Aires, y bien podría ocurrir que fuese el único que no llegase a verlo.
Muchas veces estaba de rodillas pidiendo perdón a la comunidad y se reía a carcajadas, o entraba en las clases a besar el suelo y con sus muecas armaba un belén en todas ellas. ¡Las veces que habrá adelantado el reloj para que llegase primero el momento de recreo! No se podía estar tranquila teniéndola a ella en la clase.
Palabra del Dia
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