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Actualizado: 9 de julio de 2025
Y vio que el papel decía lo siguiente: «Hermosa señora de esta enamorada alma mía, y digo mal, porque debiera decir vuestra; y ni aun así digo bien, porque no puedo llamarla vuestra, si vos no queréis admitirla en vuestra alma, que es el único asiento donde puede estar sin condenarse, esta que ya no sé si en vuestra alma es mi alma, o fuera de ella fuego fatua y perdido, de acá para allá por el helado viento de la desventura arrebatado.»
Ella los encontró...; pero sonriéndoles y saludando con la mano les dijo, desde la puerta: Nada, nada... venía por unos papeles.... Ya volveré... Ana iba a llamarla: «no había secretos, ¿por qué se retiraba aquella señora?...» esto quería decirle, pero un gesto del Magistral la contuvo. Déjela usted dijo De Pas con un tono imperioso que a la Regenta siempre le sonaba bien.
Tan pronto ideaba obstáculos insuperables para unirse con su amada, ya fuese la oposición violenta de D. Marcelino el cual, dicho sea entre paréntesis, no pensaba en semejante cosa, ó algún funesto misterio que se interponía entre ambos, como se complacía en llamarla su prometida y su esposa y en que saliera á paseo con su madre D.ª Rosario ó viniese á comer á su propia casa.
Sin osar, por tanto, llamarla un palacio, no es aventurado afirmar que aquella mansión había sido construidaa por una persona principal para su exclusivo uso y regalo. La circunstancia de tener sólo un piso, bien claramente lo decía.
Emma tenía los ojos cerrados. Su esposo no se fiaba y le acercó un oído a la boca. Su respiración tenía el ritmo regular del sueño. Podía ser fingido. No se sabía si dormía o no. En cuanto a llamarla, hacía tiempo que había renunciado a semejante prueba.
Además, el aislamiento en que vivía, apartaba de ella todo otro objeto que hubiese podido disputar a aquel la preferencia. Don Modesto no estaba en edad de figurar en la palestra de amor; Momo, además de ser extraordinariamente feo, conservaba toda su animosidad contra Marisalada, y no cesaba de llamarla Gaviota; y ella le miraba con el más alto desprecio.
No hay inconveniente en llamarla innata, si por esta palabra se significa una condicion sine qua non de todos nuestros actos intelectuales, y por consiguiente del ejercicio de nuestras facultades innatas.
Esto llegó al corazón del indiano, que expresó su contento con un silbido especial, dándose al mismo tiempo fuertes palmadas en las rodillas. Voy a llamarla para darle la noticia... No andará muy lejos la muy pícara... De seguro que ya sabe lo que estamos hablando... ¡Las coge al vuelo!
Jamás se atrevía a llamarla por el diminutivo, pareciéndole Nucha nombre de perro más bien que de persona; y cuando don Pedro se resbalaba a chanzonetas escabrosas, el capellán, juzgando que consolaba a la señorita Marcelina, tomaba asiento a su lado y le hablaba de cosas santas y apacibles, de alguna novena o función de iglesia, a las cuales Nucha asistía con asiduidad.
Al día siguiente de llegar a Lancia no fue a dar los buenos días a su padre ni a tomar chocolate con él, como tenía por costumbre. Cuando ya se disponía el viejo a llamarla, entra de repente en su habitación una doméstica pálida y agitada. ¡La señorita se ha puesto muy mala!
Palabra del Dia
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