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Don Paco, que tenía, según hemos apuntado ya, entendimiento de amor de hermosura, se quedaba extasiado contemplando el andar de la moza, que no tenía el liviano, provocativo y sucio movimiento de caderas y los pasitos menudos que suelen tener las chulas, sino que era un andar sereno, a grandes pasos, noble y lleno de gracia, como sin duda debía de andar Diana Cazadora, o la misma Venus al revelarse al hijo de Anquises en las selvas que rodeaban a Cartago.

Mas, suplico que no se me crea de corazón liviano e inconstante, porque este olvido fue solamente momentáneo y tres días después de mi llegada al Pavol, escribía a mi cura la siguiente carta: «Mi querido cura: Tengo tantas cosas que deciros, tantos descubrimientos que participaros, tantas confidencias que haceros, que no por dónde empezar.

Me gustó... me enamoró... eso ... yo estaba enamorado... y como creí que la gazmoñería era sal y pimienta que haría más picante y sabroso el logro de mi deseo, y que luego se disiparía, insistí, porfié, hice diabluras... ... hice diabluras: creé dentro de su conciencia un infierno espantoso; por un liviano y fugitivo deleite dejé en su espíritu un torcedor, una horrible máquina de tormento, que sin cesar le destroza el pecho, diez y siete años hace. ¡Como tengo este carácter tan jocoso!... Las cañas se volvieron lanzas.

Nada digo de la concurrencia, porque ya se sabe que era lo más selecto de la población. Pues bien, todo ello junto no nos costaba al día siguiente más de tres pesetas á cada socio. ¡Con tan liviano presupuesto se procuraba á la florida juventud santanderina el más apetitoso deleite de cuantos ofrecérsele podían!

El ideal se mostraba en su posible desnudez, los brazos remangados hasta el sobaco, el liviano pañuelo de percal arriado hasta donde el pudor empezaba a gritar con fuerza. El mórbido cuello relucía con el sudor, las mejillas se inflamaban y los negros y mal peinados cabellos caían en crenchas sobre la espalda y en rizos sobre la frente salpicada también de menudas y brillantes gotas de agua.

Tambien compuso varias comedias de liviano mérito entre las cuales se cuentan La prudente Abigail, A lo que obliga el honor, Amor con vista y cordura, Contra el amor no hay engaños etc.

800 "Una noche que les hizo como estaba acostumbrao, se alzó el mulato enojao y le gritó: ¡viejo indino, yo te he de enseñar, cochino, a echar saliva al asao!" 801 "Lo saltó por sobre el juego con el cuchillo en la mano; ¡la pucha el pardo liviano! En la mesma atropellada le largó una puñalada que la quitó otro paisano..."

La grave doña Mencía frunció el entrecejo al oír la narración de aquel lance; pero en la cara, en el acento y en las frases de Leonor reconoció su sinceridad y que no era culpada; la levantó del suelo en que estaba de hinojos y le aseguró que la defendería. Toda su cólera estalló con vehemencia contra el atrevido rapaz, que con tan liviano desacato ofendía su casa.

Algo le contuvo también cierta ligera sonrisa burlona, que imaginó dos o tres veces ver pasar como un relámpago sobre el rostro de Rafaela, la cual harto bien sabía él que nunca había gustado de disimulos y rodeos, sino de prometer, conceder o negar, por estilo franco, sin el menor rebozo en la promesa. El Vizconde, además, no osaba pedir nada y nada pedía. ¿Con qué título, con qué motivo, había de pedir algo? ¿Era afecto renaciente, era liviano capricho, qué era lo que en aquel momento agitaba su corazón?

Una noche, sólo una noche, ha bastado para destrozar y convertir en liviano recuerdo los esfuerzos, las amarguras y las zozobras de tantos años. La obra subsiste en el cartel quince, veinte días...; luego cae en olvido.