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Actualizado: 17 de octubre de 2025


Reconocido este hecho a él debemos ajustar nuestras normas y a sus necesidades tenemos que subvenir; pero hemos de apresurarnos a afirmar que entendemos grave error el considerar esos dos fines como antitéticos. El estudio práctico del español, para ser verdaderamente práctico y eficaz, requerirá en el mayor grado posible el conocimiento y el uso de las obras puramente literarias.

Sin duda su regreso de Inglaterra ha despertado sospechas e inducido a este error, porque después de muerto han ido a registrar su domicilio, y sólo han encontrado papeles que indicaban sus aficiones literarias. 21 de marzo. Esta mañana he leído una novela de Mme. de Genlis, que se refiere a la señorita de La Valliere.

Los libros de aquéllos pasarán y los pocos de éstos quedarán, como conviene que queden, sin confundirse en el fárrago insulso de tanto como por oficio se escribe. Por otra parte, donde no valen dinero las obras literarias, los autores no suelen ser tan prolijos en escribir, y esto es gran ventaja.

El virrey los recibía con exquisita urbanidad; y los bollos, bizcochos de garapiña chocolate y sorbetes distraían las conferencias literarias de sus convidados. Lástima que no se hubieran extendido actas de aquellas sesiones, que seguramente serían preferibles a las de nuestros Congresos».

Señor Fígaro me dijo don Cándido abrazándome, aquí le presento a usted a mi hijo Tomás, el que sabe latín; usted no ignora que yo lo crío para literato; ya que yo no puedo serlo, que lo sea él y saque de la obscuridad a su familia. ¡Ay, señor Fígaro, como yo lo vea famoso, muero contento! Hízome a esta sazón Tomasito una cortesía tan zurda como sus disposiciones literarias.

También es evidente que hasta fines del siglo XV había en España tres lenguas literarias y nacionales. Eran estas tres lenguas la castellana, la catalana y la portuguesa ó gallega, ya que el mismo Sr. Murguía confiesa que el gallego y el portugués fueron lo mismo hasta entonces.

Para personificar una plaga social, buscó un tipo insignificante, un Gedeón, egoísta, vulgar, sin ninguna cualidad dominante buena ni mala, que no es sabio ni tonto, ni hermoso ni feo, ni rico ni pobre, ni muy viejo ni muy joven, sin aficiones políticas ni literarias; un ser por excelencia prosaico, envuelto en las más ruines y mezquinas contradicciones de la vida.

Estas apreciaciones de carácter general, sugeridas por una situación especialísima de la raza española, las aplico a las cosas literarias, pues en este terreno estamos más necesitados que en otro alguno de prevenirnos contra la terrible epidemia.

Había realizado un esfuerzo enorme escribiendo para los periódicos de España y América numerosos artículos, un cuaderno todas las semanas de mi Historia de la Guerra y dos novelas, Los cuatro jinetes del Apocalipsis y Mare nostrum. Además hice muchas traducciones y otras labores literarias obscuras para la propaganda en favor de los Aliados.

Allí donde el espíritu industrial se alía con el arte, se ve el refinamiento, el trabajo delicado y gracioso, porque Lyon, á pesar de sus pretensiones literarias y artísticas, no es por excelencia sino una gran ciudad manufacturera y comercial.

Palabra del Dia

reclinándose

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