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Actualizado: 16 de junio de 2025
Os serviré, pues, de miedo; pero como me parece que marchamos ya sobre el puente de Segovia, que empedrado suena bajo el peso de las cabalgaduras, dejadme salir, don Francisco, y confiad en mí, y haced lo que podáis, que yo no he de dejar de ayudaros. El matón hizo parar la litera, salió de ella, y cerró de nuevo con llave.
Figuráos que yo, por orden de don Rodrigo, estoy desde el obscurecer acechando á los que salen del alcázar por la puerta de las Meninas. Palaciega historia tenemos. Figuráos que poco después baja una dama por las escalerillas de las Meninas, y se mete en una litera. ¿Dama y tapada? Sí, señor. ¿Estás seguro que no era dueña? Andaba erguida y transcendía á hermosa.
Y para mí insoportable; tenemos que hablar mucho. Ahora las noches son largas. Pues hasta la noche; ¿á qué hora? A las ánimas. Pues hasta las ánimas. ¡Hola! dijo la condesa á uno de sus lacayos que estaba á la puerta ; que acerquen la litera. La condesa de Lemos entró en ella, y la litera se puso en marcha. Quevedo estaba incómodo.
Una rica litera me esperaba a la puerta de Ung-Tsen-Men, para conducirme a través de Pekín, hasta la residencia militar de Camilloff. Ahora, la muralla, vista de cerca, parecía levantarse hasta los cielos con todo el horror de una construcción bíblica.
Algunas veces, para terminar más pronto, arrojaban su contenido por las majestuosas ventanas, y venía á caer sobre la litera y el séquito de una delfina ó de un embajador. Toledo se dedicó á vigilar la construcción de Villa-Sirena, blanca, lisa y sin estilo definido, con arreglo á los deseos del príncipe.
En aquel momento la litera se paró en la calle del Lobo, delante de un portalón feo que se veía en una fachada irregular.
Y voy por él. ¡Un manto! ¡una litera! añadió dirigiéndose á una puerta . Después, venid, madre mía; él estará ya aquí. ¡No oís! ¡dueñas! ¡lacayos! Adiós, hija mía, adiós dijo la duquesa viendo que se acercaba gente, y salió. Pronto, doña Inés, mi manto; que pongan una litera al momento repitió con impaciencia doña Clara. Y cinco minutos después, dentro de una litera salía del alcázar la joven.
Buena y contenta contestó doña Clara. ¿Y no está pálida? Nunca ha tenido más hermosos colores. Pues que paren la litera. Pero yo no os entiendo dijo don Juan. Entiéndome yo; vóime donde iba, y adiós. Y abrió la portezuela. Para dijo al lacayo. La litera paró, salió Quevedo, se embozó en su capa y echó á andar. Cerró don Juan la portezuela, y la litera siguió.
La litera, según podía juzgar Quevedo por el silencio que le rodeaba, sólo interrumpido de tiempo en tiempo por lejanos ladridos de perros campestres y por lo sordo de los pasos de las cabalgaduras de sus guardianes, adelantaba por un camino. Oíase además el lento, monótono y acompasado rumor de aquella lluvia tenaz que no había cesado durante cuatro días.
¿Os quejáis aún? preso os llevan, y una mujer os salva, tan hermosa como la condesa. Otro en vuestro lugar, vería el cielo abierto. Veríale yo, si la litera abrieses, y en Madrid pudiese encerrarme y perderme; que si tal hicieras, doble habías de ganar de lo que has ganado.
Palabra del Dia
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