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Actualizado: 21 de julio de 2025
Un hombre aparecía en él á caballo, con la cara afeitada, gran sombrero, un pañuelo rojo sobre los hombros y dos revólveres en la cintura. Era una reproducción algo teatral de los jinetes que ella había conocido en su infancia. Encima de esta figura vió un nombre: «Lionel Gould». No era nuevo para ella; lo había oído alguna vez.
Porque todavía no te he contado cómo se fabrica el pollo a la Trevoux... ¡Es delicioso...! Según te iba diciendo, coges tu pollo y le quitas los huesos... ¡Haz el favor de tener las manos quietas...! LIONEL. ¿Y qué más...?
LINE. Lo recoses después de haberlo rellenado con un picadillo de tocino de pecho, en pedacitos, con menudillos, setas, trufas, unos trozos de naranja, una pizca de perejil y la carne machacada de dos pajarillos. Haces cocer tu pollo, en un hornillo económico, suavemente. LIONEL. ¡Y después te lo comes...! LINE. ¡Todavía no...! ¡El pollo no es nada...! ¡La salsa es todo...!
Por el contrario, te quiere mucho y dice: «¡El pequeño Lionel es muy agradable, está muy bien educado y no hace la corte a las mujeres casadas...!» Me cree un calabacín, ¿no es eso...? LINE. ¡A ver si le vas a guardar rencor por eso...! Sospecha del mayor Wetherley, un norteamericano que me trae frita, y está convencido de que este yanqui tiene suerte con las mujeres.
LINE. Espera un minuto, ¡qué diablo...! ¡Cada cosa en su tiempo...! ¿No me preguntas por qué estoy este día en tu casa...? LIONEL. ¡No...! Lo importante es que estés en ella...! ¡Haz el favor de beber...! LINE. Primero tengo que contarte... ¡Figúrate que mi marido está celoso...! LIONEL. ¡Me da lo mismo...! ¡Lo mataré...! LINE. ¡No lo matarás...! No está celoso de ti.
Su Lionel sólo debía aparecer en el círculo luminoso realizando hazañas nunca vistas. Jamás había hablado con tanto entusiasmo de su esposo. Lo mismo en presencia de él que estando á solas con sus amigas, hacía elogios del héroe, ensalzando su fuerza irresistible, su valor temerario. Lionel Gould era siempre el mismo. Estaba orgullosa de llevar su nombre.
Llevando tras de ella al célebre Lionel, como si lo raptase, se marchó á San Francisco para visitar á su tutor. Le presento á mi futuro esposo. Me caso esta misma semana con «El rey de las praderas». El millonario abrió la boca á impulsos de la sorpresa, mostrando todo el oro y el marfil de su interior.
Si entraba en una sala de espectáculos, tenía la seguridad de que se apagarían inmediatamente las bombillas eléctricas, para que galopase por el lienzo iluminado el intrépido Lionel. Sus hazañas resultaban interminables. Jamás caballero andante ni héroe de novela moderna pasó por tantas aventuras. Le vió en peligro de muerte un sinnúmero de veces. Además, mataba gente como si matase moscas.
LIONEL. ¡Lo sospechaba...! LINE. Antes has hecho un buen caldo de pollo. LIONEL. ¿Con otro pollo...? LINE. ¡Naturalmente...! Das éste a la cocina; no has guardado de él mas que los menudillos para aumentar el relleno del pollo número uno.
Brilló en su diestra, salido no se sabe de dónde, un juguete plateado, la última novedad para la defensa personal: nueve tiros. Sonó una detonación, y el hombre se hizo atrás, lanzando juramentos y llevándose una mano al pecho. Sonó un nuevo disparo, y empezó á dar traspiés otro de los que estaban inclinados, sobre Lionel dándole golpes.
Palabra del Dia
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