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La mesa en que Cristo y los apóstoles estaban sentados, era bastante capaz, y, en tan solemnes días, se cubría con preciosos manteles alemaniscos y se adornaba con mil lindezas, flores, viandas, dulces y frutas.

No había hombre más azucarado y mantecoso en conversación con las damas, ni jamás tuvo galán un surtido más numeroso de requiebros para soltarles. En casi todos ellos jugaba mucho papel el fuego de la pasión, la pérdida del albedrío, el aliento perfumado, los latidos del corazón y otras cuantas lindezas análogas, todas trasnochadas. Esto en cuanto a las señoras.

Ahí verá usted las lindezas de su amigo Seudoquis, que fuma en las iglesias, insulta a las monjas, y dice públicamente que Dios es isabelino. No creo que Seudoquis se haya vuelto tonto. Lea usted, lea usted. Leyendo, el caballero se enteró del caso y tuvo anticipado conocimiento de personajes, cosas y lugares que ordenó en su mente con asombrosa presteza.

Ella, por su parte, jugaba también con él; le enseñaba canciones y lindezas, diole para su trenza una cinta amarilla, la que mejor sentaba a su color; leíale cuentos y narraciones y lo llevaba consigo a la clase del domingo; en oposición a los precedentes de la escuela y a manera de las mujeres mayores, triunfaba en esta innovación.

Mas la vanidad le ha sorprendido por donde ha sorprendido casi siempre á toda ó la mayor parte de nuestra clase media y á toda nuestra clase baja. Es tal su patriotismo, que dará todas las lindezas del extranjero por un dedo de su país.

Estamos presenciando á cada paso que los partidarios de lo que se llama una notabilidad, la ensalzan con destemplados elogios; miéntras sus adversarios le regalan á manos llenas los dictados de ignorante, estúpido, inhumano, sanguinario, tigre, traidor, monstruo, y otras lindezas por este estilo.

En mi sentir, tan perverso y tan insufrible es Baudelaire componiendo su letanía diabólica y otras lindezas de las Flores del Mal, como no pocos poetas, que andan por ahí presumiendo de religiosos y de moralistas, y que escriben, sin pizca de verdadero sentimiento, odas á Dios, á la virtud y á la vida monástica, ó narraciones y dramas de severa moralidad aparente, cuyos personajes no pueden menos de ser contrahechos, monstruosos, cursis, y como en la vida real no se estilan ni se estilaron nunca.

La buena de doña Juana de Velasco, vale de oro todo lo que pesa; en hablándola de mi padre, no sabe ser suya: es mucho lo que admira, mucho lo que venera, mucho lo que sirve la duquesa á su excelencia, y ha tragado el anzuelo... hasta el cabo... ¡lindezas dirá esta carta!

-No más, Sancho -dijo a este punto don Quijote-. Tente en buenas, y no te dejes caer; que en verdad que lo que has dicho de la muerte por tus rústicos términos es lo que pudiera decir un buen predicador. Dígote, Sancho que si como tienes buen natural y discreción, pudieras tomar un púlpito en la mano y irte por ese mundo predicando lindezas...

Alto, alto, e non parareadme más, don apareador de lindezas; liso y llano e non tan alto de punto, non semejedes a saltador y surtidor de jardín que lanza agua alto, alto y se resuelve en nada. Empero esto aparte, dadme mercedes ya que os evité saltear murallas, e a riesgo de voltear os tengo aquí ni con tanto trabajo vuestro ni tanto apartamiento mío.