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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Cómo se acomodó Lázaro en su pueblo y qué medios de subsistencia pudo allegar, es cosa larga de contar. Baste decir que renunció por completo, inducido á ello por su mujer y por sus propios escarmientos, á los ruidosos éxitos de Madrid y á las lides políticas.
Y mientras tu amo el látigo sangriento Hace sobre tu espalda resonar, Yo empuñaré el azote del tormento Para tu nombre infame flajelar. Tu nombre dije! En qué gloriosas lides Entre la voz del plomo resonó? Entre qué renombrados adalides Tu acero vencedor relampagueó?
Con su bolo en las lides indómita guerrea y con su dulce flauta, cual ave que gorjea, celebra sus amores bajo un tibio pensil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hermanos en la idea: nuestra raza es divina ¡Es grande y sacrosanta el alma filipina! Digamos, pues, un himno por su gloria inmortal.
De tal suerte que, cuando quince días después Velázquez se determinó á explicarse claramente, no halló obstáculo alguno para ser aceptado. Pero, como hombre corrido en lides amorosas, aprovechó su posición para obtener de la madre y la hija que le siguieran á Cádiz, donde pensaba establecerse.
Era traviesa y un tanto coqueta la rapaza y era el capellán peritísimo en las lides de amor. Así es que en cuanto se hallaban juntos comenzaba un tiroteo gentil donde si él lucía su destreza y sus recursos galantes, ella mostraba su fácil palabra y su ingenio picaresco.
Y tembló: formidable en su memoria se alzó horrible, cual lúgubre agonía, cual tremenda vision expiatoria, la infinita amargura de su historia, dolor tras de dolor, dia por dia. ¿Dónde estaban los lauros triunfadores que arrancó de las lides su pujanza? ¿Dónde sus horas plácidas de amores? ¿Dónde las tiernas, las fragantes flores, sér de su sér y luz de su esperanza?
Los que oían a don Álvaro se figuraban presenciar aquellas escenas de amistad íntima, tranquilas, dulces, llenas de expansión y confianza; en el rostro del seductor, en sus ademanes, en las sonrisas, en la voz, se reflejaban, por virtud del recuerdo, la bondad suave, el aire bonachón y entrañable, la franqueza sencilla, noble, familiar, la habilidad casera, todas las artes y cualidades que hacían vencer a Mesía en lides tales.
Aún respiran los viejos corazones que arrullaron al mundo en sus ternezas, y ante quienes bajaron las cabezas el orgullo de cien Napoleones; Aquella intrepidez en el combate aún existe y vigorosa late en el alma inmortal de su soldado; ¡La patria, vencedora de cien lides, abre de nuevo el libro del pasado, donde vagan las sombras de los Cides! ESPA
Apenas si, en su excesiva timidez, se atrevió a aprisionar a su Dulcinea por el talle, y a besarle los labios con pasión. Esto bastó, sin embargo, para que lo comprendieran. Era la cocinera una persona capaz, que le llevaba a él siete u ocho años, y ya bastante ducha en las lides del amor. Ya me hago cargo le dijo ella; deseáis casaros conmigo.
Somoza, Paco y Joaquín Orgaz ayudaron a Obdulia a salir del cajón maldito. El Magistral tuvo una verdadera ovación. Paco le admiró en silencio: la fuerza muscular le inspiraba un terror algo religioso; él había malgastado la suya en las lides de amor. Tenía bastante carne, pero blanda.
Palabra del Dia
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