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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Ramiro sentíase como embriagado por vicioso licor y todo extraño, todo ajeno a sí mismo. Sus sentimientos familiares habían huido muy lejos, dejándole a solas con una imperiosa pasión surgida de pronto de algún silo del alma y ante la cual todos los instintos corrían a someterse cual humilde servidumbre.
Verán á los bandidos Sus puertas derribando, Violadas en su lecho Las prendas de su amor, Y en medio á la algazara De torpes asesinos Los cráneos de sus hijos Colmados de licor! Honor á los valientes Que vibren el acero Confiando en nuestra causa Con grande corazon; Y firmes como roca La espada levantando, De esclavos y tiranos Detengan la invasion!
Y del licor que dicen que es Leteo, Que mana de la fuente del olvido, Los parpados bañó á todos arreo. El mas hambriento se quedó dormido, Dos cosas repugnantes, hambre y sueño, Privilegio á poetas concedido. Yo quedé enfin dormido como un leño, Llena la fantasia de mil cosas, Que de contallas mi palabra empeño, Por mas que sean en sí dificultosas.
El brindez y el caraos se puso en vando, Porque los mas de bruces, y no á sorbos El suave licor fueron gustando. De ambas manos hacian vasos corbos Otros, y algunos de la boca al agua Temian de hallar cien mil estorbos. Poco á poco la fuente se desagua, Y pasa en los estomagos bebientes, Y aun no se apaga de su sed la fragua.
Una noche en que había mucha gente y ruido en la cantina, ella entró para sacarle de allí, pero únicamente logró despertar la grosera galantería de los alborotadores semiborrachos, y cuando, por fin, consiguió ya llevárselo a su habitación con sus espantados hijos, él se dejó caer sobre la cama como aletargado, lo que le hizo creer que el licor tenía algún narcótico.
Fray Miguel tomó la copa, y, casi de un solo trago, apuró todo el licor que contenía. El hermano Tiburcio que lo presenciaba y miraba todo en silencio, aproximó un taburete e indicó por señas a Fray Miguel, que en él se sentase. En seguida tomó en los dedos cierto linimento oloroso, que había en un pomito de vidrio, y ungió con él lo más alto de la cabeza, la frente y las sienes del fraile.
La Borgoña es en realidad un inmenso viñedo, pues si sus redondas colinas interrumpen de trecho en trecho la llanura, donde quiera se ven las mismas hileras de cepas que la primavera cubrirá de verdura y el verano de generoso licor.
Con la boca llena de merengue contestaba a sus sobrinas, que estaban cada vez más alegres, y aprobaba bondadosamente los cuidados de su hermana por tenerle contento. Ahora había que retirar el vino de los Escolapios: «no estaba en carácter»; y por esto el viejo saludó alegremente la aparición en la mesa de las botellas de licor de diferentes formas y clases.
Le pareció que bebía algo caliente y viscoso, pero que lo bebía al revés, por un capricho del mecanismo de su vida, viniendo el extraño licor a su paladar desde lo más recóndito de sus entrañas. El bulto negro que se revolvía entre ronquidos a pocos pasos de él agrandábase cada vez que en sus contorsiones tocaba el suelo.
Las lágrimas resbalaban por su rostro como un licor exquisito que bañaba sus labios de dulzura, y desde los labios corría por lo interior de su cuerpo y penetraba en los huesos como unción suavísima, como un gran olor. Este licor la embriagaba y la fortalecía a la vez, y no se cansaba de beberlo.
Palabra del Dia
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