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Y ¿qué diremos de la famosa librería? El hecho de no mencionarla siquiera, hace suponer que ya no existiría, lo cual parece confirmado porque «hallábase sirviendo de almacén al retablo antiguo

Papá ha dicho en broma que el Conde es mi librero. »Ahora que es mi librero: me ha pedido permiso para colocar el escudo de la casa Albizzoni sobre su librería, y yo se lo he acordado. ¡Cómo se ha reído! »¡Me gusta tanto ver reír a papá y a su amigo! En las personas que ordinariamente son serias, la risa tiene otro valor, no alegra tanto cuanto enternece.

Sres. en quien recayó la Casa de Alcalá y descuido y poca afición de los que lo han tenido á su cuidado: y para solo poner la Librería, labró el Duque una pieza, también de singular hermosura y grandeza, capaz de tanto número de Libros, que adornó «con muchas Estátuas y piedras y monumentos antiguosque aun hoy se ven algunos, aunque pocos, que juntó la curiosidad de este Principe, cuyo retrato se en la Librería, que hace recuerdo siempre que en ella se entra, de vn Señor que tanto supo honrar las letras

Esta instruccion, que escribió al Rey Felipe Segundo el Gerónimo español insigne doctor Benito Arias Montano, religioso profeso de la Orden de Santiago en el Real Convento de San Marcos de Leon, y uno de los mas célebres maestros que asistieron al Concilio de Trento, existe MS. en la libreria del autor de la presente historia. del modo con que se gobiernan los Padres de la Compañía.

Cancionero de Gómez Manrique, tomo II. Historia de la literatura y del arte dramático en España, por Adolfo Federico, conde de Schack, tomo II. Leyendas moriscas, tomo II. Estudios históricos, por D. Aureliano Fernández-Guerra. Novelas de Salas Barbadillo. Los pedidos de ejemplares ó suscriciones se harán directamente á la librería de D. Mariano Murillo, calle de Alcalá, 7. Véase la obra del Dr.

Allí estaba la hospedería, donde eran recibidos los forasteros, ya fuesen legos o religiosos. Estaban también la librería, las sacristías, los guardamuebles y otras oficinas. En el segundo patio, al que se entraba por una puerta exterior, se hallaban abajo los almacenes para el aceite y arriba los graneros.

El portero prestó atención; después se puso de cuatro pies, mirando a su ama con semblante de marrullería y jovialidad. «Pues... esto... ¡Ah!, son unos gatitos que han tirado a la alcantarilla». ¡Gatitos!... ¿estás seguro... pero estás seguro de que son gatitos? , señorita; y deben ser de la gata de la librería de ahí enfrente, que parió anoche y no los puede criar todos...

=Cuartico que sirve para piedras:= En este cuarto que solo sirve para piedras y está en la galería baja de la librería haciendo frente á la habitación del jardinero hay lo siguiente: Tres cuerpos de estátuas de marmol sin cabezas, brazos ni piernas. Cuatro cabezas de marmol antiguas arrancadas de sus cuerpos, dos de hombre y dos de mujeres sin que les vengan á los cuerpos que no las tienen.

Á más del libro en blanco, corre de boca en boca la célebre definición que hace del indio un doctísimo escritor, en la que asienta entre otras muchas cosas, lo imposible de conocer al indio. En las páginas en blanco, solo vemos, ya que no un cuento, por lo menos un rato de buen humor del Reverendo Padre, que ponía á tortura la curiosidad tras las alambradas puertas de la librería.

Es lo que se llama, en lenguaje de librería, «una mediana tirada». De estas copias Francia compra tres ó cuatro para «pasarlas» en sus diversos cinemas; España tres; Italia tres ó dos, etc. La Gran Bretaña, que es la mayor compradora de Europa, adquiere once ó quince para la metrópoli y sus colonias.