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Francisco de la Cueva, natural de Madrid , fué bastante amigo de Lope, y es celebrado por él singularmente en La Arcadia, en El laurel de Apolo, y en la dedicatoria de la comedia La mal casada. De las obras dramáticas de esta época de Andrés Rey de Artieda y de Lupercio Leonardo de Argensola, no conocemos nada, aun cuando sepamos que ambos escribieron para el teatro hasta en el período anterior.

Es preciso dirijirse á la iglesia de Santa María de la Gracia, cubierta como está su bizarra arquitectura, con el color histórico del tiempo, y una vez en la iglesia y aun sin ir á Santa María es necesario ver á todo precio el famoso cuadro de Leonardo de Vinci, que representa la cena de Jesucristo con los Apóstoles: este magnífico cuadro que los frailes mutilaron bárbaramente, y los profanos al arte restauraron de un modo torpe, se encuentra en una habitacion del claustro de Santa María, que hoy sirve de cuartel: está pintado en la pared, y es una inspiracion sublime del célebre Vinci.

S.r D.r Leonardo Çaforteza a Dios y vna Crus, que no tienen notisia de otras partidas de los bienes de la dicha Thereza Cortes V.ª, de que se pueda hazer Cargo a dicho S.r R.or, el qual obligo todos sus bienes a la paga y satisfacsion de las dichas nueveçientas y siete libras vn sueldo y ocho marauedis, rebajandole de ellas las partidas, que dara en Datta y resulta, y assi lo ottorgaron y firmaron en la Inqq.on de Mallorca.

PATROS. Señor, muchas gracias. CUESTA. Con esto te digo que espero de ti un favor. PATROS. Usted dirá, Don Leonardo. Verás... PATROS. ¿No pone coñac? Si viene sofocado, el agua sola puede hacerle daño. CUESTA. : pon un poquito... Pues quisiera yo... no vayas a tomarlo a mala parte... quisiera yo hablar un ratito a solas con la señorita Electra.

A veces pintaba el Padre el florecimiento de las artes, y encomiaba las obras pasmosas de Leonardo de Vinci, de Rafael y de Miguel Ángel, que venían a eclipsar las obras del arte antiguo, o a competir al menos con las que resurgían y se extraían del seno de la tierra, en donde habían estado sepultadas durante largos siglos de obscuridad y de barbarie.

Los que estaban lejos se incorporaban para escuchar, apoyándose en la mesa o en el hombro del más cercano. Recordaba el cuadro, por modo miserable, la Cena de Leonardo de Vinci. La atención profunda del auditorio, el interés que se asomaba a las miradas y a las bocas entreabiertas, sedujeron al Tenorio de Vetusta, le halagaron y habló como podría hablar sobre el pecho de un amigo.

Don Leonardo Henriquez debió la vida al mulato, pues, según refiere el texto del Archivo Municipal, el tal «cójele en brazos, y metido en una tienda donde fué conocido, lo llevaron á su casa, en coche

ELECTRA. ¿Pues sabe usted que creo que todavía me duelen...? Pero vamos al caso. Advierto a usted, Electra, que esto es reservadísimo. Queda entre los dos. ELECTRA. ¡Oh! me da usted miedo, Don Leonardo. CUESTA. No es para asustarse. Vea usted en un amigo, el mejor de los amigos; vea en este acto el interés más puro, el sentimiento más elevado... , : no dudo... pero...

EVARISTA. En su testamento, Leonardo instituye a Electra heredera de la mitad de su fortuna... DOROTEA. ¡Ah! EVARISTA. Pero con la expresa condición de que la niña ha de abandonar la vida religiosa. ¿Sabe usted si está enterado de estas cosas Don Salvador? DOROTEA. Supongo que , porque él todo lo sabe, y lo que no sabe lo adivina. EVARISTA. Así es. El señor Don Urbano. Las mismas; DON URBANO.

Y como a nada me cuesta dar gusto, me mostré asombrado. «Pero señora, ese hombre es Leonardo: el gran Leonardo de Vinci». Y mis palabras han tenido un éxito loco, pues cuando el doctor Zurita y otros argentinos socarrones se burlan del abate y dicen que es un vivo que va a Buenos Aires en busca de plata, las damas de su familia se indignan y me sacan a colación como argumento decisivo: «Es Leonardo, el que pintó La Cena: Leonardo de Vinci.