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Actualizado: 20 de junio de 2025


Este poderoso influjo se hizo también sentir en el rápido vuelo, que tomaron la pintura y la escultura; muchos jóvenes españoles, que alcanzaron fama merecida en la historia de las artes italianas, se consagraron al estudio de las obras maestras de Miguel Ángel, Leonardo y Rafael, para importar en su patria el nuevo estilo artístico, aprendido allá; y las escuelas de Valencia, Sevilla y Toledo, contaban ya en el siglo XVI excelentes maestros que preparaban la edad de oro de las artes españolas del siguiente .

EVARISTA. Ha muerto nuestro grande amigo, Don Leonardo Cuesta, el agente de Bolsa. DOROTEA. No sabía... EVARISTA. ¡Qué lástima de hombre! Hace días se sentía mal... presagiaba su fin. Salió el lunes muy temprano, y en la calle perdió el conocimiento. Lleváronle a su casa, y falleció a las tres de la tarde. DOROTEA. ¡Pobre señor!

El sargento, todo iracundo y furioso, cargó contra el alcalde don Leonardo Henriquez, que recibió tres estocadas, las cuales dieron con él en tierra, siendo de consignar que apenas los alguaciles vieron caído al alcalde y que los soldados llevaban la mayor ventaja, huyeron precipitadamente por las callejas que encontraron más á mano, buscando en las sombras facilidades á su fuga y desamparando cobardemente al pobre hombre que, con desgarradores é inútiles gritos, pedía favor, viendo su muerte próxima.

Sin embargo, antes de proseguir la historia de la literatura dramática, conviene fijar nuestra atención en el giro especial que tomaba la crítica de este género poético. Oposición de algunos críticos al drama nacional. Andrés Rey de Artieda. Francisco Cascales. Cristóbal de Mesa. Esteban Manuel de Villegas. Bartolomé Leonardo de Argensola. Cristóbal Suárez de Figueroa.

Lupercio Leonardo, el mayor de los dos hermanos Argensolas, justamente famosos en las letras, nació en Barbastro en el año de 1565, y á los veinte de su edad, esto es, en 1585, vió representar tres tragedias suyas en los teatros de Zaragoza y Madrid , tituladas La Isabela, La Alejandra y La Filis.

Nueuecientas y siete libras vn Sueldo y ocho marauedis, de los quales el S.r D.r Pedro Juan Vaquer p.ro que haze offde Contador haze cargo al S.r Don Leonardo Çaforteza Receptor del S.º offde dicha Inqq.on y Juraron dicho S.r D.r Pedro Juan Vaquer p.ro in verbo Saserdotis y nott.

El asunto, expuesto sumariamente, es como sigue: Leonardo, hermano de Eufemia, se despide de ésta para buscar fortuna en el extranjero, y con este propósito se dirige á Valencia, en donde entra al servicio del príncipe Valiano. Tanto celebra al príncipe la belleza y la virtud singular de su hermana, que al fin se resuelve á llamarla á su lado y casarse con ella.

Así es que Bartolomé Leonardo de Argensola dice que los moros lo llamaron ALFAJERIA y no ALJAFERÍA como ahora; de cuya rectificacion, hecha por un hombre tan instruido en nuestras antigüedades, se deriva otro comprobante de quien es el verdadero autor de este alcázar.

La piel, tersa en unos lugares del cuerpo, se aflojaba en otros, dejando dolorosos vacíos entre ella y el óseo andamiaje. Pero la mirada era indudablemente igual que en los tiempos de su gloria. Los extremos de la boca, los ángulos externos de los ojos, remontábanse a un tiempo con la sonrisa, una sonrisa interior, dulce y enigmática como las que pintaba Leonardo.

Por de pronto, sólo usted debe saber mi resolución. ELECTRA. Pero... Y ahora, Electra, ¿querrá usted a este pobre enfermo, que tiene los días contados? ELECTRA. ... ¡Es tan fácil para querer! Pero no hable usted de morirse, Don Leonardo. CUESTA. Me consuela mucho saber que usted me llorará. ELECTRA. No me haga usted llorar desde ahora... Adiós, hija mía. CUESTA. El de amigo no más. Adiós.

Palabra del Dia

cabalgaría

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