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Actualizado: 19 de octubre de 2025


La voz era, cascada y la pronunciación lenta, fatigosa, como si estuviera aplaudiendo en su palco del teatro Real los trinos de una prima donna. Don Rosendo se apresuró a darle noticias de la romería. Le mostró con la mano el cerro de la ermita, que se veía a lo lejos.

Mientras tanto Octavio separaba un lápiz de oro que pendía como dije de la cadena de su reloj, y volviendo un cartón del revés escribió estas palabras: «Adiós, dueño mío; voy á pensar en ti». Después presentó el cartón á su novia. La niña se rió, y pidiéndole el lápiz comenzó á borrar lenta y cuidadosamente lo escrito.

En plena época de descreimiento, la iglesia le serviría de lugar de asilo, como a los grandes criminales de la Edad Media, que desde lo alto del claustro se burlaban de la justicia, detenida en la puerta como los mendigos. Allí dejaría que se consumara en el silencio y la calma la lenta ruina de su cuerpo. Allí moriría, con la dulce satisfacción de haber perecido para el mundo mucho tiempo antes.

Una voz lenta, ronca, mate, que no parecía haber sonado en el despacho, voz de ventrílocuo, preguntó: ¿Y , qué piensas hacer... ahora? ¿Yo?... dejar aquella casa, señor... «¿No quiere ser franco? pensó Petra pues que padezca; él vendrá a buscarme donde quiero que me busque». Dejar aquella casa repitió ¿qué he de hacer?

Efectivamente, ¿qué significaba aquella pena puramente individual que le afligía, en comparación con el dolor universal, con la marcha lenta y segura de la humanidad hacia sus destinos? Por aquellos días acababa de leer un célebre folleto de autor francés, titulado El mundo marcha.

¿Le gusta a usted la música? preguntó la dama. ¡Oh, mucho!... Gallardo nunca se había hecho esta pregunta hasta entonces, pero indudablemente le gustaba. Doña Sol pasó lentamente del ritmo vivo de los cantos populares a otra música más lenta, más solemne, que el espada, en su sabiduría filarmónica, reconoció como «música de iglesia». Ya no lanzaba exclamaciones de entusiasmo.

Y después de un momento en que consagraba mi alma al culto absoluto de mis recuerdos de niño, por una transición lenta y penosa, me trasladaba a México, al lugar depositario de mis impresiones de joven. Aquél era un cuadro diverso.

Una náusea los repelía de su boca, y de nuevo se sumió en su inmovilidad, en aquel agotamiento que la hacía permanecer como insensible. El joven se apartó de la ventana al oír un suspiro de angustia. ¡No veo... no veo! gimió Feli, llevándose la mano a los ojos. Maltrana corrió hacia ella. ¿Qué te pasa, nena? ¿Qué sientes? -Mi padre... dijo con voz lenta , mi tío Manolo... frío, mucho frío.

Isidora ocultaba cuidadosamente la lenta y dolorosa catástrofe, procurando dar a la casa cierto aspecto de orden, y velar sus afanes bajo apariencias de mentirosa tranquilidad.

El encendimiento de la cara, la escitabilidad de todos los órganos y la impresionabilidad de los sentidos, y los accesos de desvanecimiento acompañan y complican á los otros síntomas nerviosos formando un grupo, y por accesos que conducen al marasmo, á la consuncion; en este caso, la vida nutritiva está ya alterada y el sistema sanguíneo afectado, si bien secundariamente; presentándose calosfríos, fiebre lenta, sudores frios y copiosos, por la noche.

Palabra del Dia

mármor

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