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Actualizado: 13 de noviembre de 2025
La senda se llama del Miradorio, porque este nombre se da a aquel lejano término de la meseta por donde pasa para caer de repente cuesta abajo... Viniendo ahora con los ojos a cosas de menos fuste, para tomar nota de todo, aquí a plomo tiene otro patio perteneciente a la casa, con su cerca y entrada correspondientes.
Con el seguro refugio de su hija, era ella más libre para ese y otros menesteres de su vida; y mañana, cuando Luz necesitara otro refugio más lejano y por largo tiempo, lo sería más aún. Apunto estas reflexiones, porque son las primeras que la marquesa se hizo en cuanto dejó de padecer con el recelo de que su hija no llegara a aclimatarse a la vida de colegiala.
Los convidados eran todos de la casa, empleados como el capitán Iriondo, el secretario Goicochea y Fernando Sanabre, el ingeniero director de los altos hornos, ó parientes de la familia como el doctor Aresti y Fermín Urquiola. Este Urquiola visitaba con frecuencia la casa, por ser sobrino lejano de la señora, aunque Sánchez Morueta no mostraba por él gran simpatía.
Mientras caminábamos hacia él, el señor Paco me dijo con acento triste y resignado: Aquellos señores se han quedado riendo de mi... Bueno; algún día se arrepentirán de esa risa y se llamarán borricos a sí mismos... ¡Si yo pudiese hablar!... Pero no está lejano el día en que vendrán los más altos personajes a pedirme de rodillas que les revele mi secreto...
Pero no podía, no podía. Mis obligaciones... ¡Ah!, señora, crea usted que tengo el corazón destrozado, y que tardaré en consolarme de esta pesadumbre... La había tomado yo tanto cariño, que a todas horas la tenía en el pensamiento. Mi destino me ligaba a ella, y hubiéramos sido felices, sí, felices, créalo usted... Nos habríamos ido a otro país, a un país lejano, muy lejano.
Durante las pausas de la orquesta surgía el sordo y lejano rodar de las hélices levantando un zumbido de espumas; luego, de tarde en tarde, el lento badajeo de la campana anunciando el paso del tiempo, ó el grito del vigía acurrucado en el «nido» del palo mayor, revelando su vigilancia con una melopea igual á la del muecín en lo alto de su minarete.
Con amor se podía vivir donde quiera, como quiera, sin pensar más que en el amor mismo...; pero sin él... volverían los fantasmas negros que ella a veces sentía rebullir allá en el fondo de su cabeza, como si asomaran en un horizonte muy lejano, cual primeras sombras de una noche eterna, vacía, espantosa.
Antes de saltar a tierra, cuando la barca hundía su proa en la grava, el muchacho le gritó con la impaciencia del que trae una gran noticia: ¡Una carta, don Chaume! ¡Una carta!... En aquel rincón del mundo, el más extraordinario suceso que podía turbar la vida ordinaria era la llegada de una carta. Febrer la revolvió en sus manos, examinándola como algo extraño y lejano.
En otro tiempo lejano, muy lejano, esas mismas notas, suaves como el arrullo de la tórtola y prolongadas como el rumor del río, habían pasado muchas veces por la garganta de una niña cándida y alegre á quien todos besaban y llamaban de tú, trasformada después en ilustre dama. Cuando el canto hubo cesado, se levantó y empezó á caminar hacia el sitio de donde saliera.
Pero yo te hablo en tu lengua, ¡oh Hispania! porque es su són como música de fuente, como arrullo encantador, y como beso de vírgenes en primaveras de amor. Un labio lejano me ha dicho que tienes cerrada tu puerta... Si es cierto, reforma el capricho: ¡tu puerta ha de estar siempre abierta!
Palabra del Dia
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