Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de junio de 2025
Escribiendo y publicando no se va a ninguna parte. Para que un literato alcance respetabilidad y obtenga la admiración de la gente, es condición ineludible que no escriba poco ni mucho. Entonces el mosquito clásico se dedica a despellejar a Echegaray, a Castelar, a Pérez Galdós, y en general a los escritores que son leídos y aplaudidos.
La Historia, la verdadera Historia, cuya fría limpidez contrastaba con la intrincada maraña de prodigios de los cronicones leídos en la niñez, abatió gran parte de sus creencias. El catolicismo no fue ya para él la religión única.
¡Ahora salimos con esas! dijo el albañil, escandalizado . ¿También eres tú de los que piden tales horrores? Paece mentira... con los libros que llevas leídos. ¿Y el orden, muchacho? Sin orden no se pue vivir. Me acuerdo que esto lo explicaba muy bien un teniente viejo que teníamos en la Guardia civil.
Soltáronle en efecto. Pero como quiera que los novillos no valgan nada cuando no hacen alguna de las suyas, amotinose en la plaza la parcialidad contraria a nuestro jaque, clamando que para eso no se sacaba el novillo, y el que no supiese torear la pagase, y que había sido una mala partida meterse entre dos que riñen a su salvo: que aquello de ayudar al capeador había sido una alevosía contra el toro; y aun es fama que alguno de los más leídos, que debía ser sobrino del cura, trató aquello de traición semejante a la de Beltrán Claquín, como le llama nuestro Mariana, cuando, volviendo lo de abajo arriba, dijo en Montiel: Ni quito ni pongo rey.
Tal como él era, mi pobre librejo ha tenido la fortuna de hallar en aquella tierra, cerrada a la verdad y a la discusión, lectores apasionados, y de mano en mano, deslizándose furtivamente, guardado en algún secreto escondite, para hacer alto en sus peregrinaciones, emprender largos viajes, y ejemplares por centenas llegar, ajados y despachurrados de puro leídos, hasta Buenos Aires, a las oficinas del pobre tirano, a los campamentos del soldado y a la cabaña del gaucho, hasta hacerse él mismo, en las hablillas populares, un mito como su héroe.
De esta manera los textos electrónicos tienen la forma más sencilla posible y pueden ser leídos sin ningún problema con cualquier ordenador, plataforma y programa, incluso si se trata de una PDA o de un aparato de lectura especializado. Después, cada uno queda libre particulares u organismos de convertirlos a formatos diferentes.
Aunque ya desde esta época sólo aparecieron de tarde en tarde obras de esta especie, se conservaron muchas de las antiguas, como el Amadís de Gaula, el Palmerín de Inglaterra, El Caballero Febo, Olivante de Laura, Tirante el blanco, Florisel de Nicea, etc., leídos y apreciados por el público hasta fines del siglo XVII. Muchos escritores de una época posterior hablan de ellas de tal manera, que suponen necesariamente lo familiares que eran á los lectores; los dramáticos más importantes acudieron también á estas fuentes , y en general debe atribuirse al libro de Amadís indudable influjo en la afición á lo fantástico y maravilloso, que se observa en casi todos los poetas españoles.
Tanto los libros que fueron digitalizados hace treinta años como los de ahora se digitalizan en modo texto, mediante uso del ASCII original de siete bits. De esta manera los textos pueden ser leídos sin problema con cualquier computadora, plataforma y programa.
¡Bueno está eso! -respondió don Quijote-. Los libros que están impresos con licencia de los reyes y con aprobación de aquellos a quien se remitieron, y que con gusto general son leídos y celebrados de los grandes y de los chicos, de los pobres y de los ricos, de los letrados e ignorantes, de los plebeyos y caballeros, finalmente, de todo género de personas, de cualquier estado y condición que sean, ¿habían de ser mentira?; y más llevando tanta apariencia de verdad, pues nos cuentan el padre, la madre, la patria, los parientes, la edad, el lugar y las hazañas, punto por punto y día por día, que el tal caballero hizo, o caballeros hicieron.
Leídos el jueves siguiente á dicha fiesta de la Asunción, en la abadía de Belmonte, ante el reverendo abad Fray Diego de Berguén y la comunidad reunida en capítulo.
Palabra del Dia
Otros Mirando