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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Nada fué respetado: ni la edad, ni el sexo, ni las súplicas, ni los lamentos libraban de la muerte, y una parte de la poblacion sucumbia al furor de la otra. Entretanto los Vireyes de Buenos Aires y de Lima trabajaban de consuno para sofocar la insurreccion del Perú.
Ya en lid con los elementos en el ancho mar a solas, no traen hasta mi los vientos los rumorosos lamentos de aquellas vencidas olas; y apenas la vista alcanza su velámen arrogante, que se ofrece a semejanza de blanco espectro gigante, alzándose en lontananza. ¡La nave...! ¿Quién sabe cierto si los que surcando van de los mares el desierto llegarán salvos al pueblo? ¿Quién sabe si volverán?
Hasta los ladrones se conmueven con sus lamentos: llevan al mal herido á una caverna, en donde recobra la vida, merced á los asiduos cuidados de su amada. Los reyes de Aragón y de Castilla se declaran mientras tanto la guerra, pidiendo el uno su hijo y el otro su hija.
Algunas noches oía lejanos y vagos, al través de los gruesos muros, lamentos y sollozos en las mazmorras inmediatas. Una mañana le despertaron varios truenos, a pesar de que un rayo de sol se filtraba por el ventanillo. Oyendo a los carceleros en el inmediato corredor, comprendió el misterio. Habían fusilado a algunos de los presos. Luna acogía como una felicidad la esperanza de la muerte.
El sueño de las altas horas le pesaba en los párpados, rendidos; pero acunada por la nave milagrera de su novio y perseguida por la imagen fatídica de Julio, no podía dormir ni sosegar, hasta que, ya alboreciendo, se sumió en un leve descanso lleno de estremecimientos. Despertóse bien entrada la mañana y le pareció oír lamentos y carreras, como en los días aciagos de aquella casa.
Mientras Emma proseguía en sus lamentos, gritos y protestas, jurando y perjurando que estaba dispuesta a no parir, que aquello era una sentencia de muerte disfrazada, que a buena hora mangas verdes, y cosas por el estilo, Aguado se volvió a Bonis para explicarle lo que había pasado allí.
Los cuales, en el mismo punto, siguiendo el antiguo precepto que obliga a todo pastor a estar enamorado y a toda pastora a mostrarse esquiva, comenzaron su diálogo, donde las quejas amorosas y los tiernos lamentos de él contrastaban con las indiferentes carcajadas de ella.
Y así continuaba el diálogo de exclamaciones sueltas, lamentos y protestas, mientras las dos jóvenes, en chambra y enaguas, mostrando a cada abandono rosadas desnudeces, iban de un lado a otro, como aturdidas por el ambiente cálido y pesado de la habitación cerrada.
Teresa se resistió á abandonar á su hijo aunque sólo fuera por breve rato: pronto dejaría de verlo; que no la robasen el tiempo que le quedaba de contemplar á su tesoro. Y prorrumpiendo en lamentos más fuertes, se abalanzó sobre el frío cadáver, queriendo abrazarle.
El viento, cada vez más fuerte, trajo hasta la barraca un lejano eco de lamentos y voces furiosas. Batiste vió arremolinarse la gente en la puerta de la barraca lejana, y luego muchos brazos levantados con expresión de dolor, manos crispadas que se arrancaban el pañuelo de la cabeza para arrojarlo con rabia al suelo.
Palabra del Dia
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