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De allí, anda que anda hasta llegar á Bourges, donde me tocó en suerte una túnica de seda carmesí labrada de oro y perlas, como vosotros no la veréis jamás, y un par de borceguíes con borlas de seda blanca, lo mismo que los del rey nuestro señor. ¿Los arrebañaste en alguna tienda, Simón? ¡Se los quité de los pies á un caballero enemigo, so lagarto!

Pero , Manuel, nada quieres creer: ¿si querrás negar también que el lagarto es enemigo de la mujer y amigo del hombre? Si no lo quieres creer, pregúntaselo a tío Miguel. ¿Ese lo sabe? ¡Toma!, por lo que a él mismo le pasó. ¿Y qué fue? preguntó Stein.

Este algo era nada menos que una sarta de rails de ferrocarril que al loco marqués se le antojaba que tenía dentro del cuerpo. Los demás, que sabían de esta alucinación, sonreían con expresión de lástima y burla. Rafael Alcántara exclamó cínicamente: ¡Dale, dale, que es lagarto!

Por el contrario, un movimiento violento bastaría para que se introdujese en su carne lo mismo que una navaja de afeitar, como había dicho el profesor hembra. Las tripulantes del lagarto aéreo tiraron ligeramente de este hilo metálico, y Gillespie, comprendiendo el aviso, dió el primer paso. Ningún obstáculo terrestre se oponía á su marcha.

Cada vez que el doctor, después de una visita, quería lavarse las manos, quedaba asombrado ante las toallas con más colores que el iris, y las pastillas de jabón en forma de tigre ó de lagarto que parecían fabricadas para reyezuelos del África. Todos se extasiaban ante el asombro del médico, aceptándolo como una admiración muda.

Leon, pagi. Avestruz, huanque. Gallo, alca achau. Gallina, achahuall. Lagarto, palúm, ó quirque. Lagartija, villcun. Lago, ó laguna, mallin. Piedra, cura; y piedra azul, llanca. Flor, rayghen. Oro, mílla. Plata, lighen. Pagar, y paga, cullin. Huerfano, cuñival. Cobre, ó metal colorado, cumpañilhue. Bronce, ó metal amarillo, chodpañilhue. Color, chem. Dia y sol, antú. Mes, y luna, cúyen.

Pero los frailes del Valle bebían vino, y añejo, y puro, y potencioso, y capaz de resucitar á un difunto con sólo arrimarle á la nariz una copita. ¡Ah! ¡el vino, el vino! Ahí estaba la cola del lagarto y el punto de la dificultad.

Tan luego se pone el caimán en movimiento, entran en juego las cañas; y si anda, malo, y si nada, peor, puesto que, la condición fibrosa de la caña hace imposible su rotura, y en la faena que el carnicero lagarto emplea para desprenderse de aquel enemigo, concluye por rendirle el cansancio y la fatiga.

¡Lagarto! ¡lagarto! murmuraban, entornando los ojos para no ver lo que estaba sobre sus cabezas. Otros, ni aún valiéndose de este conjuro se atrevían á pasar adelante, y en pleno invierno, con las manos en la faja y echando chorros de vapor por la boca, preferían mantenerse fuera, esperando que Friterini, el criado del boliche, les sacase los vasos.

Antes que el joven tenga tiempo de tenderle la mano para ayudarla, ella pasa, rápida como un lagarto, por entre las piedras del cerco. Ya estoy aquí dice arreglando con la mano los pliegues de su falda.