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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Art. 4.º Convencida la Junta de que nada se saca de las escuelas sino ruido, y que se calienten la cabeza los hijos de los amados vasallos del señor don Carlos V, quedan cerradas las que hubiese abiertas: debiendo olvidar cada vecino en el término improrrogable de tres días, contados desde la fecha, lo poco o mucho que supiese, so pena de tenerlo que olvidar donde menos le convenga.
Venía el trasatlántico a acoplarse al muelle lo mismo que un vagón se junta con el andén, y los pasajeros no tenían más que avanzar por una corta rampa para verse en tierra. Llegó el Goethe hasta el desembarcadero, después de varias maniobras de los remolcadores. Un vapor italiano acababa de despegarse de aquél y se retiraba a otra dársena, luego de soltar su cargamento humano.
La junta provincial arreglaría los gastos que cada pueblo hubiera de tener anualmente en las fiestas del santo titular, las de los días del Rey y su cumpleaños, y otras que se ofrecieran; como así mismo los gastos ordinarios o extraordinarios de cada uno, dando la forma que en librarlos, gastarlos y dar las cuentas se debía observar.
Pero esta Junta, tan esencial y conveniente a los pueblos, no se ha verificado ni una sola vez; los motivos que la han impedido los ignoro, y el único que se presenta a mi idea es la dificultad de juntarse todos, por la distancia que hay de los pueblos más distantes.
Despues de haber fracasado la Convencion nacional reunida en Ocaña el 9 de Abril, á causa de lo encontrado de las opiniones y principios políticos alli representados, una junta de personas notables, formada en Bogotá, suscribia el 13 de Junio una acta en la cual hacian solemne protesta contra toda reforma que emanase de la Convencion, depositando el cargo supremo de la República y su entera confianza en el general Bolívar, ejemplo que luego fué imitado y seguido en toda su latitud por los demás pueblos.
Este aprovechó un momento en que Visita se detuvo para saludar a una familia que ella había recomendado al Obispo, y acercándose al oído de la joven dijo en tono de paternal autoridad: Ha hecho usted mal, pero muy mal en acompañar a esta... loca. Pero si me votaron... Si usted no fuera de esa junta... Papá espera a usted hoy a comer. Iba a escribirle yo misma, pero dese usted por convidado.
Nuestra es la culpa. UNO DE LA JUNTA. Pero, así no vamos a acabar nunca. EL ALCALDE. Mi querido amigo, ya que tenemos tan pocas ocasiones de popularizarnos, aprovechemos ésta. Es cuestión de un momento. Amigo mío, perdóneles usted, el fanatismo les extravía. EL GITANO. Ya lo veo. El Cielo te lo recompensará. JUANA. Tiene razón el pobre niño. Sí, mujer, el Cielo o el infierno.
Fueron noticias circunstanciadas a Bayona, vinieron órdenes y planes de conducta, hubo infinitos cabildeos, mezcláronse algunas mujeres, salieron subrepticiamente fusiles de la Fábrica, sustraídos por algunos operarios carlistas; hízose acopio de boinas blancas y polainas; por último, cierta noche salieron al campo como unos treinta jóvenes, en su mayoría estudiantes y seminaristas, a cuyo frente se puso el presidente de la junta, don César Pardo, a quien hemos tenido el honor de conocer al final del capítulo tercero de esta narración.
¿Pero no la vio salir; no la siguió después para ver dónde vive? Eso te tocaba a ti... También él lo habría hecho. Pero considera, alma cristiana, que Joaquinito es de la Junta de Aranceles y Valoraciones, y precisamente había junta aquella tarde, y nuestro amigo iba al ministerio con la puntualidad de un Pez.
Cuarto, que la Junta no podria imponer pechos, gravámenes y contribuciones al vecindario, sin consulta y consentimiento del Cabildo: contestaron de conformidad.
Palabra del Dia
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