United States or Canada ? Vote for the TOP Country of the Week !


DORA. Le ruego que me perdone si mi visita le ha causado alguna pesadumbre. JULIA. Mi pesadumbre pasó hace ya mucho tiempo. Sin duda voy a empezar otra vez mi vida. ¡No hago otra cosa de veinte años a esta parte! DORA. Me dolería entretenerla más tiempo. Acompaña a Dora y luego entra en el salón, donde la señora anciana acude a su encuentro. LA SE

El hombre con quien estaba ligada volvía a su lado, y se había reformado: tenemos la declaración de Julia Pico, de la que resulta que el Príncipe comenzaba a portarse mejor con ella. Si, pues, la Condesa había podido pensar antes que sus vínculos con el Príncipe se habían desatado con el abandono en que éste la había dejado, ya en ese momento no podía considerarse libre.

No fue a dormir a casa: pasó recado a su madrastra, advirtiéndola que debía velar a un amigo enfermo, a fin de que ni ella ni Julia estuviesen con cuidado. No salió del casino, donde había estado toda la tarde esperando el resultado de la discusión de los padrinos.

Un hombre que la deja sola por sumar años de servicios y adquirir categoría, es un bestiaHabía momentos en que don Juan se ponía malo a fuerza de recordar, discurrir, esperanzarse y darse a los diablos. Al día siguiente de haber confiado a Julia la tarjeta escrita con lápiz, recibió una carta.

Fué a la mañana siguiente, muy temprano, cuando Cooper, siguiendo el rastro de sangre, halló a Yaguaí muerto al borde del pozo del bananal. De pésimo humor volvió a casa, y la primer pregunta de Julia fué por el perro chico. ¿Murió, papá? , allá en el pozo... es Yaguaí. Cogió la pala, y seguido de sus dos hijos consternados, fué al pozo.

Un día, con verdadera estupefacción del vecindario, se dijo que acababa de llegar en la goleta Julia un profesor de esgrima, M. Lemaire, con el exclusivo objeto de enseñar el manejo de las armas a don Rosendo. Y, en efecto, pronto se vió a éste acompañado de un joven delgadito y rubio, de traza extranjera. La impresión fué honda.

Recordando Ferpierre el relato del juez de paz, según el cual el Príncipe, a la llegada de Julia Pico, se había turbado, poniéndose otra vez a temblar nerviosamente y a respirar con ansia, pensaba que tal vez Alejo Zakunine hubiese visto en la mujer una acusadora, y que de allí proviniera su turbación.

Y generalizando el caso, ¡cómo se reirían las mujeres de los hombres si les vieran pensar! <tb> A todo esto sin llover; es decir, don Juan, imposibilitado de hablar con Julia, la niñera, que ni se acordaría tal vez de la cita.

De pronto ella, dando, sin saberlo, pie al médico para que dijese lo que tenia pensado, le preguntó: ¿Estará V. aquí todavía mucho tiempo? No; iré a Madrid muy pronto. Y al mismo tiempo, fijando en Julia la mirada, se permitió cogerle familiarmente una mano, y como quien está resuelto a no callar, continuó: ¡Por lo que V. ame más en el mundo!... óigame V. un instante.

Ha trabajado usted mucho, tenemos la prueba... Después me habló de Julia, de las vivas inquietudes que habían tenido, pero que, por fortuna, se habían disipado desde algunos días. Julia entraba en la convalecencia; ya todo era cuestión de cuidado, de atenciones y de algunos días de reposo. De nuevo pasó de un asunto a otro. He ahí que es usted todo un hombre ya célebre continuó.