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Actualizado: 9 de mayo de 2025
No iba ni uno que tuviera los cuatro apellidos vascongados. Y hablaba con orgullo de estos cuatro apellidos, que exhibían como una prueba de nobleza todos los del partido bizkaitarra. Pues, yo los tengo gritaba su interlocutor con acometividad, y digo que deseo que esta tarde les rompan el alma á los de la romería, y ¡ojalá arrastren á todos los jesuítas!
Los jesuítas guardaron por algunos años el secreto, y a ellos acudía todo el que era atacado de terciana. Por eso, durante mucho tiempo, los polvos de la corteza de quina se conocieron con el nombre de polvos de los jesuítas. El doctor Scrivener dice que un médico inglés, Mr.
Esta costumbre o abuso la hallé establecida, y se practicaba en el tiempo de los jesuitas; y aunque desde luego me repugnó y lo di a entender, como se me encargó siguiera en todo el método de mi antecesor, y vi que así en los pueblos del inmediato mando del gobernador como en los demás tenientazgos se practicaba lo mismo, no tuve por conveniente el hacer yo novedad en una cosa en que tienen imbuidos a los indios, que hacen un grande obsequio al santo de aquel día en repartir parte de sus bienes entre quienes no lo necesitan, y sería mejor los repartieran a los necesitados, y se ofenden si alguno rehúsa el recibir su regalo; en fin, ello va así hasta que Dios provea de remedio.
Sus habitantes que se hallan cuasi desnudos y carecen hasta de víveres, se ven obligados á robar; por lo que son temidos de sus vecinos, cuyos campos devastan y saquean sin hallar quien ponga obstáculo á sus rapiñas. Finalmente la industria de este canton se reduce á muy poca cosa, aunque, desde el tiempo de los Jesuitas, se han reservado sus naturales la fundicion de campanas y de calderas.
En 1590 adquirieron los jesuítas aquel poder predominante que duró más de dos siglos, y que influyó tanto en la historia y el desarrollo de la América del Sur. Desde 1600 hasta 1700 la historia de las provincias del Río de la Plata es la crónica de trastornos domésticos debidos a luchas internacionales entre los países europeos, que determinaban los destinos de las provincias americanas.
Nadie podrá acusar de jesuítico al célebre y malogrado historiador y polígrafo Oliveira Martins, y, sin embargo, en este punto que tocamos ahora, ensalza como nadie á los jesuítas, haciendo que la gloria de ellos y su triunfo en el Concilio de Trento aparezcan acaso como el mayor triunfo y como la más espléndida gloria de la civilización ibérica en el siglo XVI. «Los protestantes, dice Oliveira Martins, no excluyen las buenas obras; pero no es el mérito de ellas el que redime: es únicamente el mérito de Cristo, independiente del hombre.
Cayeron enfermos casi todos sus compañeros, que llegaban á sesenta, porque se marearon con extraordinaria inapetencia y fastidio de la comida; á que se siguieron otras enfermedades, de que murieron ocho de los Jesuitas, como dije en la vida del P. Caballero, que pasó también á Indias en esta ocasión.
Sin desamparar el estudio, y conservando todos los hábitos de una vida laboriosa y arreglada, los Jesuitas perdieron de vista sus neófitos, y tomaron parte en los trabajos científicos y literarios que ilustraron los últimos años de la pasada centuria. En Roma, en Boloña, en Venecia, se hicieron admirar en las academias los que habían sido declarados enemigos de la sociedad y del trono.
Las acusaciones lanzadas contra ellos y la multitud de enemigos acérrimos que tuvieron, primero entre los protestantes, después entre los jansenistas, y, por último, entre los librepensadores, redundan en cierto modo en elogio de los jesuítas, ya que prueban el extraordinario poder y la importancia que tenían.
Aquel faro de la humanidad prosiguió Belarmino, refiriéndose al mentado Pascual que aborrecía a los jesuítas, como nos dijo Salmerón en su discurso. ¡Mueran los jesuítas! gritó Belarmino, fuera de sí, puesto en pie . ¡Viva Pascual! ¡Viva Salmerón! clamó, señalando una litografía, color sepia, que colgaba de la pared y representaba al aclamado . ¡Viva la república! señaló otra litografía iluminada, que figuraba una señora gorda, con túnica tricolor, una antorcha en la mano y a los pies un león y unas cadenas rotas . ¡Muera la curia romana! ¡Muera el Tribunal de la Rota!
Palabra del Dia
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