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Actualizado: 9 de junio de 2025


En mi sentir, pues, los capítulos de mayores culpas del libro del autor anónimo contra los jesuítas, son los dos que se titulan: De ciencia y tantidad, la mitad de la mitad. Ni en ciencia, ni en literatura ni en artes, llegan hoy los jesuítas de España á lo que fueron en lo pasado.

Claro está que ni por el brío, ni por la virtud militar y política, debe ni remotamente compararse Carlos III con los Reyes Católicos, pero los iguala, y, prescindiendo del adelanto moral que han traído los siglos, les lleva no corta ventaja en buena intención, en dulce amor á los súbditos y en benigna blandura, á pesar de la tiránica expulsión de los jesuítas, y, sin embargo, todo lo que hizo Carlos III tuvo algo de inconsistente y de efímero, volviendo á caer España en su anterior abatimiento, del cual, salvo el glorioso paréntesis de la Guerra de la Independencia, no se ha levantado todavía.

La población disminuyó, si no en los mismos términos, al menos de un modo notable, llegando por último hasta dejar yermos los pueblos y solitarios sus campos. El de Candelaria, donde residía el autor de este informe, una de las principales reducciones de los Jesuitas, es en el día un montón de ruinas, y el mismo aspecto de desolación presentan los demás pueblos.

Toda mi vida tendré presente aquel horrorosa dia que vi dar muerte á mi padre y á mi madre, y violar á mi hermana. Quando se retiráron los Bulgaros, nadie pudo dar lengua de esta adorable hermana, y echáron en una carreta á mi madre, á mi padre, y á , á dos criadas, y tres muchachos degollados, para enterrarnos en una iglesia de jesuitas, que dista dos leguas de la quinta de mi padre.

Cuanto a la propagación del castellano, prueba Retana, documentalmente, cómo la coercieron los frailes excepción los jesuítas contrariando espíritu y letra de sucesivas reales cédulas metropolitanas.

¿Ha perseguido Rosas la educación pública y hostilizado y cerrado los colegios, la Universidad y expulsado a los jesuítas? No importa; centenares de alumnos argentinos cuentan en su seno los colegios de Francia, Chile, Brasil, Norteamérica, Inglaterra y aun España.

D. Miguel de Salcedo, que concurrió por su parte al buen éxito de esta empresa. Los Jesuitas, que no solo eran misioneros sino administradores, dieron á las tribus que se sometieron á su direccion, una especie de organizacion municipal, condecorando á sus gefes y caciques con el título v las atribuciones de corregidores.

Hoy, por el contrario, faltos de fe los jesuítas y engañados por el pesimismo, imaginan sin duda que la civilización ha descarrilado, que se ha extraviado, saliendo de la senda que debía seguir, y en vez de ponerse delante y servir de guía, se han puesto á la zaga y hacen todos los posibles esfuerzos porque ceje y retroceda hacia un punto absurdo y fantástico que jamás existió y con el que ellos sueñan.

Estaban prendiendo fuego á la iglesia de los jesuítas. Una parte de la manifestación, rezagada en el ensanche, sitiaba el templo, rociándolo con petróleo. Ya ardían las puertas. La guardia civil corrió allá á todo galope, abandonando la manifestación. Aresti sentía un entusiasmo casi igual al del Barbas. ¡Ya ardía el odiado cubil! ¡Bilbao despertaba!... Pero iban llegando nuevas noticias.

Desde el tiempo de los jesuitas tienen por costumbre, y observan todavía puntualísimamente, el que, en acabando de azotar a los delincuentes, se han de levantar del suelo, donde los hacen tender, y con mucha humildad van delante del que los mandó castigar, y le dan los agradecimientos de haberles corregido sus defectos.

Palabra del Dia

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