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Actualizado: 8 de mayo de 2025
No pretendo ser irreprochable se decía ; pero, sin embargo, no soy un pillo; por lo menos estoy resuelto a contenerme. Prefiero soportar las consecuencias de mi propia conducta y no hacer creer que soy el autor de un acto que nunca habría cometido. Jamás se me hubiera ocurrido gastar ese dinero para divertirme... sólo cedí a una tortura.
Coquelin, más astuto, establece ciertas clasificaciones: para traducir á los clásicos exige una irreprochable «dicción»; para la interpretación de obras inferiores, una buena presencia, y en la voz un «tic» agradable.
He visto más de una dalaga en ese día, vestida de una forma irreprochable, y en cuyo conjunto nada tendría que recusar la más puritana de las modistas. El traje que se usa para la ofrenda es el de la desposada, viéndose en ellas desde la primorosa botita de raso blanco llevada del Bazar Oriental, á el más transparente encaje de casa de Los Catalanes.
Pude gozar entonces de la belleza singular de aquella boca, de aquellos labios rosados que dejaron ver, al plegarse dulcemente, una dentadura irreprochable. Mi tía Pepa se entretenía con el chocolate, y yo me servía en una rebanada de pan la fresca e incitante mantequilla.
Después de las primeras preguntas y los primeros saludos, Priscila se volvió hacia Nancy y la contempló de pies a cabeza; después la hizo dar media vuelta para convencerse de que, vista de espaldas, estaba igualmente irreprochable. ¿Qué pensáis de estos vestidos, tía Osgood? dijo Priscila, mientras Nancy la ayudaba a quitar la saya.
El retraso fue otra fiebre en que la vida de Ana peligró de nuevo. Las señoritas de Ozores y la nobleza de Vetusta suspendieron el juicio que iba a merecerles la hija de don Carlos y de la modista italiana hasta poder reunir datos suficientes. Mientras la joven estuvo entre la vida y la muerte, doña Anuncia encontró irreprochable su conducta.
La tradición de raza, la selección secular, la conciencia de una alta posición social que es necesario mantener irreprochable, la fortuna que aleja de las pequeñas miserias que marchitan el cuerpo y el alma, he ahí los elementos que se combinan para producir las mujeres que pasan ante mis ojos y aquellos hombres fuertes, esbeltos, correctos, que admiraba ayer en Hyde Park Corner.
Un muchacho bien educado, inteligente, de conducta irreprochable... Máximo, que lo conoce bien... No pude contener una exclamación y observé a Máximo, que me estaba mirando con expresión provocadora. Sí continuó mi padre, Máximo ha consentido en encargarse de presentar la demanda de su compañero de colegio, Gastón de Givors, y de hacer valer sus ventajas, que no son de desdeñar.
Ya ve usted que esto no vale la pena ni de decirlo; pero no encontrará usted menos justo que yo la arroje de mi casa, mientras espero que sus elocuentes declamaciones me hayan desengañado del todo de ciertos miserables prejuicios a los que tengo la debilidad de atenerme aún un poco.» «Ese sarcasmo es injusto le he contestado en un asunto como éste, en que se trata nada menos que de perder para siempre a una joven irreprochable; pero no es a mí a quien toca justificarla, y no dudo que la señora priora hará el sacrificio de su modestia a un interés tan precioso; ella conoce el motivo que conduce todos los días a Adela a la aldea, y la ironía ha encontrado, sin saberlo, la expresión justa cuando ha calificado de inocentes visitas el viaje oficioso de la caridad.»
Palabra del Dia
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