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He sido invitado a una comida y he tenido que asistir a un contrato... Digo asistir, porque ya no ejerzo; he vendido mi notaría y, gracias a Dios, no debo nada a nadie. Excepto a nosotros. Nos debe usted un desenlace. El de la historia de Judit... Le hemos reservado su puesto... Vaya, siéntese.

No contenta con eso se puso a contar un sueño rarísimo, lleno de disparates tan atrevidos, que Zoraida y yo nos pusimos coloradas. ¡Y Julio, cómo se reía! "Al fin no dio ninguna explicación del por qué había faltado tantos días. Alguna aventura, con seguridad. "Zoraida lo ha invitado para mañana a comer". "15 de mayo. "Mientras oíamos la música de Zoraida, en el piano, Julio me ha mirado mucho.

La señora Chermidy rugió interiormente a la idea de que el marido y la mujer acabasen quizá por sentirse atraídos el uno hacia el otro; temió que la piedad, el reconocimiento, la costumbre, uniría a las dos almas jóvenes y que un día vería sentarse entre don Diego y Germana a un invitado con el que no había contado: el Amor.

La señora Aubry lo presentó a sus invitados. Los hombres le tendieron la mano, las jóvenes lo saludaron; luego, después de un ligero examen, no se ocuparon más de él. Su aire, su manera de vestir, lo clasificaban. Era el invitado que no se cuenta. Juan adivinó la impresión que había producido, dejó pasar a los jóvenes, y subió a un coche con el señor y la señora Aubry.

El siguiente año de 1549, Guerrero fué invitado á concurrir á las oposiciones de Magisterio y Ración de la Catedral de Málaga, donde se presentaron seis opositores, entre los que el músico sevillano obtuvo la primera plaza.

Sabía de buena tinta que la traviesa Amparito había tronado con el artillero; consideraba además como de muy buen signo que doña Manuela hubiese invitado a su familia, desechando la anterior frialdad; pero a pesar de esto, el bebé le había recibido con una sonrisa maligna, burlona, y antes de que hablara, se agarró del brazo de sus amigas, dejándole con la palabra en la boca.

Al cabo de un tiempo prudencial, se le diría que estaba de paso en Pilares un filósofo forastero, al cual le habían invitado a dar una conferencia en el Casino, y si él, Belarmino, quería oírla, puesto que era el único filósofo de la localidad, que le colocarían en una habitación contigua al salón, detrás de los cortinajes, desde donde escuchase sin ser visto.

Un biombo cubierto de figuras de oro formaba como una segunda habitación, más íntima, con el suelo alfombrado de pieles blancas de largos y sedosos pelajes, sobre las cuales se amontonaban docenas de almohadones de diversos colores, con reptiles alados y flores inverosímiles. Un olor exótico y penetrante arañó el olfato del invitado. Conocía este perfume. Y miró á la duquesa con severidad.

Cada visitante es invitado á inscribir su nombre en ese registro, que viene a ser no solo un elemento curioso de estadística, sino tambien un objeto de gran valor por los millares de autógrafos que reune, cuando concurren personajes eminentes, y por las curiosas observaciones morales á que puede prestarse.

El doctor Ustariz, que se hallaba como invitado entre los presentes, le prodigó sus cuidados. Sin embargo, pocos minutos después le repitió el vómito. El doctor se apresuró a hacer salir del cuarto a todo el mundo, haciendo seña a monseñor Isbert para que se acercase. El sacerdote le dio la absolución de sus pecados sin oírlos, porque el pobre Gonzalito no volvió a pronunciar otra palabra.